Capítulo 17: "Secretos por allí, secretos por allá"

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—¿A poco no sabes lo que hiciste? —preguntó Jodie a Jane durante el desayuno del día siguiente. Elizabeth, que se encontraba en la punta de la mesa, fulminó sigilosamente a Jodie con la mirada mientras comía, a lo que ella simplemente se dedicó a ignorarla.

Desde la noche anterior se había dispuesto a descubrir qué tanto sus sospechas habían dado en el blanco. Toda la noche se la pasó dando vueltas en la cama, elucubrando sobre las posibles actuaciones de la vieja en la interna familiar. Tras bajar a desayunar, permitió que la charla familiar se extendiera un poco hasta que consideró prudente intervenir y así averiguar sobre lo sucedido. Aunque aún muchos estuvieran reacios a que la bastarda estuviera presente durante las comidas, sentándose a la misma mesa que ellos, optaron por ignorar ese hecho y llevar la “fiesta en paz”. A fin de cuentas, si debían hacer algo que la afectara, lo harían sin que nadie más se enterara.

Jane, que un tanto desconcertada la miró tras oír lo que había dicho, negó un poco con la cabeza y se dispuso a terminar con el jugo de naranja que había pedido. No se encontraba con muchos ánimos de comer algo más, además de contar con una jaqueca que, pareciera, le partía en dos la cabeza. Sobándose las sienes con sus dedos índices, negó y soltó un suspiro antes de hacer un mínimo esfuerzo por tratar de recordar alguna locura lo suficientemente significativa como para poder responder. Pero nada salió: era inútil recordar algo que, para ella, jamás existió.

—No… —dijo casi de mala manera—. ¿Qué hice?

Jodie miró a Elizabeth con una sonrisa un tanto incriminatoria, recibiendo por parte de ésta una simple mirada impasible.

—Caminaste sonámbula —dijo volviendo a ver a la adolescente—. Fue divertido. Me levanté por la noche para comer algo, como ya es costumbre, y te vi. Parecías borracha —acotó un tanto sincera.

—Tal vez… la verdad no recuerdo nada. Y ésta jaqueca… me está matando.

—Probablemente sea porque no dormiste bien, querida —dijo Elizabeth. Era lo que Jodie necesitaba para corroborar sus sospechas. Soltó una leve risilla llamando la atención de Trevor que la miró de reojo. Hank, que andaba por cerca ayudando a servir el desayuno, miró a la turca a través de sus anteojos tras oírla. Él ya había visto a Jane llegar borracha antes, pero jamás abrió la boca.

—Sí, claro —aseguró burlona la joven.

Jane la miró con cierto aire despectivo y continuó con su desayuno.

—¿Podrías traerle una aspirina a Jane, Hank? —pidió amablemente Mary.

—Por supuesto, Mrs. Mary —efectuó una leve referencia el mayordomo.

—Gracias, tía… —agradeció dolorida la muchacha.

Finalmente, cuando acabaron de desayunar, todos fueron, poco a poco, abandonado el comedor. Todos menos Elizabeth que permaneció en la mesa junto a Jodie. Como si fuera algo automático, ambas permanecieron sentadas en la espera de quién sería la primera en abrir la boca; aunque no supieran qué, sabían que algo se dirían. Esperaron en silencio hasta que el resto se fue sin desconfiar absolutamente nada. Un buen golpe de suerte para esas dos mujeres que buscaban esclarecer ciertas “interrogantes”.

—Tu sarcasmo podría meterte en problemas algún día, Sullivan —opinó Elizabeth limpiando su boca cordialmente con una servilleta que tomó de sobre la mesa—. No es bueno abrir la boca tan a menudo.

—¿En serio no te importa tu familia? Eres realmente deplorable, vieja —se burló Jodie cruzándose de brazos sobre la mesa—. Mira que usar de esa manera a tu propia nieta…

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