Sabían que algo malo sucedía, aunque no podían hacerse una idea de qué podría tratarse. O más bien no querían. Frederick siempre denotó una salud como de roble, era algo que jamás les preocupó seguros de que lo tendrían por muchos años más. Pero esa realidad ahora estaba puesta en duda.
Los pasos resonaban en el piso del hospital, camuflándose en el murmullo que existía en el edificio y perdiéndose entre las paredes que acompañaban el desasosiego que se sentía allí dentro. Independientemente del resto, cada uno se preguntaba cómo habían podido llegar a ese punto de tener que esperar impacientes en una sala de hospital las noticias sobre el actual estado de Frederick, y las cuales parecían tardar una eternidad en llegar. Pero allí estaban, contando los minutos como una criatura sedienta que cuenta las gotas de agua que caen en su boca, preocupados por el posible estado del mayor.
Tenían que ser sinceros, al menos con ellos mismos: no estaban al cien por ciento preocupados por cariño, sino por interés. Si él se moría sin antes haber aclarado bien el testamento, muchos no dispondrían del dinero con el que deseaban contar una vez que el mayor de los Rosenweig ya no estuviera en éste mundo. No los malinterpreten, era el abuelo y se lo quería por eso; sin embargo, la ambición puede llegar a cauterizar los sentimientos más puros y en esa ocasión éstos no parecían ser lo suficientemente fuertes como para resistir tal cauterio.
Poco después de una media hora, llegó Ginger. Sacándose el abrigo que llevaba, se aproximó a Kayden y a su padre William que aguardaban de pie en una parte de la sala. Observó al resto y después los volvió a ver a ellos.
—Allan se llevó a Anny de regreso a la casa. Le pedí que se quedara con Timmy y con la abuela. ¿Cómo está el abuelo? —quiso saber.
—Aún no sabemos nada —respondió Kayden, cruzado de brazos contra la pared. Desvió la mirada hacia el frente y poco después negó con la cabeza ante la lluvia de pensamientos que lo atomizó de un momento a otro—. Es increíble que nos haya ocultado su estado durante tanto tiempo.
—Es comprensible que no haya querido preocuparnos —opinó Ginger.
—Eso no lo justifica —Kayden se enderezó y la miró para acotar—: ¿Por qué siquiera buscó ayuda? Estoy seguro que todo esto se pudo haber evitado.
—Yo no estoy tan seguro —intervino finalmente Will. Sus dos hijos lo miraron con extrañeza, a lo que él agregó—: Si estaba enfermo, aunque nos hubiese avisado al respecto no podríamos haber hecho nada. Ya está viejo. Deben aceptarlo. Es una realidad irrefutable que diversas enfermedades le comenzarían a llegar con el paso del tiempo.
Ambos hijos callaron, pero pese a que ambos compartían el mismo pensamiento, fue Kayden el que lo expresó al fruncir su entrecejo con desaire ante la opinión de su progenitor.
—Joder, viejo. Sabía que eras frío, pero ahora me doy cuenta que eres inclusive peor.
—Kayden... —intervino su hermana, un tanto ofendida por la manera en la que su hermano se refirió a su padre.
—Descuida, Ginger. Es inevitable que tu hermano se comporte de esa forma, y lo sabes —opinó William con una gélida indiferencia—. Al parecer no aprendió los modales suficientes.
Palabras como aquellas sólo encendían la llama del rencor dentro de Kayden. Si bien no le agradaba su padre, no quería decir que le dolía menos el hecho de oírle decir esas cosas. Hablarle de esa forma sólo los distanciaba más; pero quién sabe, a lo mejor era eso lo que buscaba William.
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Espuria Al Mando
Acción-Ningún villano tiene un final feliz. -Yo podría ser la excepción -aseguré sonriente.