Era cierto, los malestares no cesaban. Era curioso, pero hasta alguien como yo debía ir a un médico. Dando por sentado que se trataba de una molestia efímera, esperé tranquila los resultados de los análisis que meses antes me hubiera realizado el médico. El sobre estaba cerrado cuando se lo entregué y me descansé en la silla al otro lado del escritorio, observando como el doctor lo abría y comenzaba a leer.
Mi tranquilidad se vio opacada cuando en el rostro del médico la sorpresa se hizo presente. No era una sorpresa que adquiría alguien al ver algo que le hace gracia o le alegra. No. Era una sorpresa depresiva, triste, como alguien que corrobora una mala noticia que supuso con anterioridad.
—¿Qué pasa, Doc? —pregunté, permitiendo sin querer que parte de la preocupación que sentía se hiciera presente en mi rostro—. No se quede callado, hable, joder. Sin rodeos, sea claro. Un disparo certero corta todo sufrimiento.
—Señorita Sullivan… mis sospechas han dado en el blanco —me dijo. Humedeció sus labios, suspiró, me miró y agregó—: El resultado arrojó que usted tiene leucemia.
Vaya noticia.
Probablemente no me lo creí de inmediato. Era una muy mala noticia, de esas que no quieres recibir en ningún momento de ninguna manera, pero allí estaba, frente a un médico que me miraba compadeciéndome como si estuviera a segundos de fallecer frente a sus ojos. Bajé la mirada hacia mi regazo y abrí mi mano un momento, volviendo a cerrarla poco después. No me sentía tan mal como para estar muriéndome.
—¿Está seguro? —quise saber.
—Podríamos realizar otros estudios si no está conforme con el resultado, pero desde ya le garantizo que estas pruebas son un 90% confiables.
—A lo mejor estoy en ese 10%, ¿no cree? —bromeé, observando como el doctor no sonreía. Eso estaba mal.
Esa sensación de debilidad que de la nada se apodera de una persona fue exactamente lo que experimenté, como si todo el rigor del que hubiera hecho alarde tanto tiempo ya no existiera, como si se fuera de entre mis dedos como agua. Al igual que aire. Era hasta frustrante tener que darme cuenta de eso, tener que reconocer que a lo mejor era un castigo por mis malas acciones, por todo eso que hice antes, afectando a más de uno con la creencia ridícula de que lo merecían o de que era lo correcto pese a que jamás busqué ser una persona altruista con nadie. Sólo en ese momento entendí que la vida no le pertenece a nadie y que su fragilidad es tan real como su existencia misma.
Era un tanto increíble que alguien como yo tuviera de esos pensamientos filosóficos, pero de alguna manera era lo único que restaba por decir. Por decirme. Tratar de convencerme de alguna forma que debía aceptarlo aunque muy en el fondo mi instinto de supervivencia se estuviera ahogando en su propio deseo de querer aceptarlo. Esos cansancios continuos que comencé a sentir poco antes de irme y de los cuales sólo le hablé a Hank, esos sangrados de nariz posteriores… ahora tenían sentido. Un desabrido sentido.
—Podríamos iniciar el tratamiento desde ahora. Logramos detectarla a tiempo, es cuestión de que los trámites se realicen y en un par de semanas ya estaríamos… —me dijo el médico.
—Olvídelo, Doc —determiné. Él calló y volvió a verme algo confundido—. Podría contar con los dedos de mis manos las veces que la gente ha sobrevivido una vez que es detectado un cáncer. No pienso que despierten aún más esa cosa. Si he de morir, que sea a su tiempo y no antes de la fecha indicada y sufriendo como lo haré metiéndome esas porquerías al cuerpo —le espeté.
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Espuria Al Mando
Acción-Ningún villano tiene un final feliz. -Yo podría ser la excepción -aseguré sonriente.