Sele hizo extraño que lo llamaran. No solían hacerlo, no cuando no pretendían que hiciera algo para ellos. Claro, un favor a cambio de un buen "incentivo". Con las manos en los bolsillos de supantalón y Leonor entrelazada de su brazo, comenzó a caminar por el extenso pasillo que lo llevaría a la oficina de su hermano mayor. Caminó a pasos calmosos, con esa apariencia tan suya: una camisa de color rojo opaco, con los primeros botones desabrochados; un traje de color negro era lo siguiente que llevaba puesto, cuyas prendas combinaban a la perfección con un par de zapatos relucientes en sus pies. En su cabeza, el cabello recortado y peinado galantemente; y en su rostro una barba finamente recortada, saliendo desde abajo de su labio inferior, atravesando su mentón y delineando sus mandíbulas hasta sus patillas. Siempre con una mirada petulante y calmosa, sonriendo la mayor parte del tiempo como si todo le diera igual y estuviera todo bajo su control.
Llegó, golpeó y tras la autorización recibida por el propietario del estudio, ingresó. No le sorprendió toparse con Rita, Patrick y con William, pero lo que sí se le hizo sorprendente fue ver allí a su sobrina Ginger y a su madre Elizabeth.
Tratando de mantenerse al margen de cualquier sospecha, miró a Leonor para que éste lo soltara aunque fuera un momento. Así lo hizo y se fue a sentar en uno de los sofás mientras miraba a los presentes, al igual que Trevor mientras esperaba éste algún indicio que le explicara el por qué de sucitación.
—¿Qué quieren? —preguntó sin formalidades.
—Hablar contigo —inició William—. Queremos pedirte un favor.
—Ya saben cuál es mi motivación —expresó el codicioso Trevor.
Sin cruzar alguna otra palabra, William le extendió por sobre la mesa un cheque con una determinada cantidad de dinero a su hermano que sin dudar lo tomó. Lo levantó y alzó ambas cejas al ver la suma allí expresada. Sonrió, lo dobló y finalmente lo guardó en el bolsillo interior de su saco.
—Ahora hablamos el mismo idioma —sonrió—. ¿Y bien? ¿Para qué soy bueno?
—Para engatusar a las mujeres —dijo Rita volviendo a verlo—. Tienes que aplicar esos "dones" con la bastarda. Cuánto antes.
La idea lo tomó por sorpresa. No se esperó que de todos los motivos por los cuales pudieran citarlo, ese fuera el real. No se le cruzó por la cabeza. Entornó sus ojos con cierta confusión mental que duró un par de minutos hasta que soltó un resoplo, incrédulo ante las palabras de su hermana.
—¿Qué?—se comenzó a reír Trevor. Al ver que no se trataba de una broma, dejó de reír súbitamente—. No, no, no, no, no. Eso sí que no. ¿Pero qué carajos les pasa por la cabeza? No soy de esos.
—Ay, no te hagas el decente con nosotros —le espetó su hermana—. No te estamos pidiendo que la enamores, idiota, sólo que te hagas su amigo, por lo menos.
—¿Con qué objetivo? Esa tipeja me odia y ella no es santa de mi devoción. Ni crean que me arriesgaré. Busquen a otro conejillo de indias. ¿Por qué no hablan con Matt o con Kayden? O hasta Isaac, tiene su misma edad.
—Ellos no tienen el carácter, además la odian —replicó Rita—. Necesitamos que la convenzas de que se vaya o le rompas el corazón para que se largue.
—Ah, claro, ¿y yo la quiero, acaso? —preguntó recíprocamente de manera indignada. Se llevó las manos a las caderas y negó con la cabeza tras haber dado una ligera caminata inquieta—. No me vengan con sus estupideces. Esa chica podría ser mi hija.
—Pero no lo es. Además apenas pisas los 39 y ella tiene 19. Creo que hasta harían una linda pareja —se mofó Patrick. Trevor lo fulminó con la mirada.
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Espuria Al Mando
Acción-Ningún villano tiene un final feliz. -Yo podría ser la excepción -aseguré sonriente.