Capítulo 15: "Un poco de sinceridad es más que suficiente"

7 5 22
                                    




               

El mal sueño la hizo faltar a clases, pero logró levantarse. Se rodeó en una frazada enorme que cubría la cama y rozaba en el suelo al caminar, dirigiéndose hacia las escaleras. Una vez allí, se recostó sobre el pasamano de la misma y se deslizó llegando al primer piso. De un salto bajó y caminó medio adormilada hacia la cocina, pasando de camino por el comedor al que entró tras haberse dado de lleno con uno de los pilares de la casa.

Kayden, Trevor, Leonor y Jane, que se encontraban desayunando allí, volvieron a verla cuando la oyeron tropezarse. Se devolvieron entre ellos una mirada de confusión antes de volver a ver cómo pasaba por el comedor hacia la cocina; en cierto momento se detuvo y con la frazada envolviéndola hasta la cabeza dejando sólo su cara adormilada al descubierto, entornó los ojos con molestia.

—¿Qué? —habló Jodie de mala manera al ver que la observaban.

—Me gusta tu último accesorio en moda —se mofó Jane—. No sabía que las ojeras eran bien vistas.

—Ja-ja-ja, qué divertido. No soporto la risa —se burló la contraria volviendo a dirigirse hacia la cocina. Una vez allí, se llevó otro par de cosas para desayunar y volvió, regresando al comedor. Por debajo de la frazada dejó todo sobre la mesa y se preparó un desayuno medio rápido, tratando de comer aunque fuera un aperitivo antes del almuerzo.

Mientras lo hacía, comenzó a bostezar antes de llevar una cucharada de cereal a su boca. A medio camino de la cuchara, se fue quedando dormida cada vez más hasta que la misma cayó dentro del plato y Jodie se desbrazó sobre la mesa, aún envuelta en la frazada. Sólo ahí los otros cuatro se miraron entre ellos al ver que se había dormido de nuevo. Volvieron a verla y fue Trevor quien le picó el hombro. Tras un ronquido la joven despertó, terminó su comida, dejó todo allí y se fue a su dormitorio. Siquiera les habló a los demás, cosa que no les sorprendió aunque no podían dejar de ver su manera de comer casi inconsciente.

En cuanto abandonó el comedor, los demás se vieron entre ellos un tanto desentendidos.

—¿Alguien más cree que eso ha sido raro? —preguntó Leonor.

—No lo creemos, lo fue —se rió Jane.

Prácticamente inconsciente de que ese momento había tenido lugar en el comedor, Jodie continuó con su camino en dirección a su dormitorio antes de salir de allí y dar algunos pasos hacia la escalera, deteniéndose a medio camino en cuanto oyó la puerta principal ser llamada. Cuando se volvió sobre sus pies, la imagen de Matt abriendo la puerta no le llamó tanto la atención hasta ver que Amanda era la que ingresaba. El sueño bestial que le pesaba las piernas pareció desaparecer de un momento a otro, cuando, haciéndose de su buen don de observación, se percató del ligero cambio que surgió en el rostro del Rosenzweig. Había algo diferente en sus ojos arrogantes y aplomados de siempre; una alegría curiosa, de esas que no suelen notarse con cualquier persona. En cambio, Amanda permanecía con su mismo rostro de siempre, con esa dulzura calmosa que parecía entremezclarse con una seriedad constante. Sus ojos eran tristones, carentes del brillo que ese par de pupilas grises debería de disponer todo el tiempo, como si su vida no fuera color de rosas. Como si todo fuera una mentira.

Se le hizo extraño encontrarse a sí misma examinándolos de esa manera. Siempre tuvo una fascinación por observar todo lo que la rodeaba, y esa ocasión no será una excepción. Por el contrario al pensamiento general, no tenía problemas para hacerlo; a fin de cuentas, nadie de aquella casa la conocía lo suficiente como para que le generara remordimiento, siquiera.

Aclaró su garganta en un intento de llamarles la atención al ver que la sonrisa de Matt era un claro indicio de sus casi tangibles pensamientos.

—Disculpen, me dio tos —se rió al obtener la mirada aplomada de ambos.

Espuria Al MandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora