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El sonido de las agujas del reloj al compás de los segundos repercutía en el interior de la habitación, como un eco incesante que rompe ese silencio sepulcral ante un hecho tan tétrico como por el que pasó. Aún no podía creérselo, parecía tan irreal… como un mal cuento que por andar a las apuradas es finalizado a secas sin oportunidad de recibir una explicación. De esa manera se sentía: devastada y sola, creyendo que nada podía ser peor de lo que ya era. La tristeza, avanzada en gran manera, le quitó el apetito y le arrebató el sueño, permaneciendo toda una noche en vela y resguardada en su dormitorio que, entre una oscuridad tenue, le acostumbró la mirada.
Había llegado a su límite y se había roto: ya no lograba soportarlo y por tal razón fue su reclusión. Necesitaba estar a solas para lograr llorar, desahogarse lo suficiente sin que nada ni nadie la juzgara por ello. Había perdido a su hermano, a uno de sus mejores amigos y, en esos momentos, estaba perdiendo a su madre. Cuando regresó sus ojos cansados de llorar hacia el reloj ubicado sobre la mesita de noche, notó como ya eran casi las siete de la noche. Su madre, lamentablemente, ya se había ido.
La casa se sentía apagada, en silencio. Se habían ido al funeral, pero ella no había querido asistir. Eso era algo familiar, ya le daría su despedida otro día, cuando pudiera estar a solas con la lápida de su amigo.
Cuando oyó la puerta principal abrirse, recordó las palabras de Rita el día anterior, al ellos regresar a la casa:
—¡Mamá se puso mal! —los recibió alterada.
—¿¡Qué!? —preguntó sorprendido Matt—. ¿¡C-Cómo así!?
—¡El retrasado de mi hijo le avisó que Trevor había recibido un disparo y tuvo un ataque! La llevamos de urgencia al hospital para internarla… ¿cómo está él? —quiso saber.
Era extraño verla llorar, pero lo hizo. Sintió el impacto de la noticia como si le acribillaran el corazón a puñaladas. Al oír la desafortunada novedad por parte de Hank, éste tuvo que sostenerla para evitar que perdiera estabilidad al aflojársele las piernas ante la sorpresa. Curioso era para muchos verla tener esa reacción. Ella realmente quería a su hermano a pesar de las diferencias, como cualquier persona lo haría. A pesar de la ambición, un poco de humanidad se esforzaba por abrirse paso entre tanto odio.
No obstante, la noticia que ahora los alertaba era la de la hospitalización de Elizabeth.
Se removió un poco en su ubicación luego de ese recuerdo, apretando un poco más los párpados en un intento de desvanecer esos recuerdos que constantemente eran suplantados por la imagen de Trevor muriendo en sus brazos. Le dolía recordarlo, sentir que había perdido a uno de sus más grandes amigos de la peor manera, a esa persona que llegó a hacerle creer que lo simple puede llegar a ser fabuloso si se lo ve desde otro punto de vista. Lo que más le atormentaba era saber, o más bien suponer, que quien hubiera sido el blanco de esos disparos realmente sería ella. Por su culpa, Trevor había muerto y esa idea no podría sacársela de la cabeza por más que quisiera.
Había decidido quedarse allí, encerrada, hasta que oyó la voz de Hank al otro lado de la puerta. Un golpeteo breve de sus nudillos contra la puerta y aguardó la autorización.
—¿Joven Jodie? —habló del otro lado.
Jodie movió su cabeza hacia la puerta y se mantuvo de esa forma hasta que le permitió el ingreso.
—Creí que había dejado en claro con mi silencio que lo que deseaba era estar sola —le dijo en cuanto lo vio entrar.
—A veces las cosas son más claras cuando se las dice de frente, joven Jodie —replicó el contrario.
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Espuria Al Mando
Acción-Ningún villano tiene un final feliz. -Yo podría ser la excepción -aseguré sonriente.