Capítulo 8: "Decisiones absurdas"

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Esa mañana el café estaba colmado de personas que, como era habitual, lo concurrían antes de comenzar sus jornadas laborales. El murmullo era constante: salían y entraban personas, otras charlaban en las mesas mientras que otras lo hacían de pie en las afueras del local.

Cuando el reloj marcó la hora determinada, Jodie llegó y entró. Sus ojos recorrieron el local en busca del rostro que hubiese visto la mañana anterior, hasta que lo vio en una de las mesas casi al fondo. Respiró hondo y se dirigió hacia allí, viendo como a medida que se acercaba, Hank se colocaba de pie y la esperaba con la mano extendida para saludarla. Por primera vez, correspondió al saludo de la mejor manera que pudo antes de ubicarse en la silla que se encontraba al otro lado de la estrecha mesa de madera.

Un camarero se aproximó y les tomó la orden, retirándose minutos más tarde; fue en ese momento en el que decidieron comenzar la charla que los había llevado hasta allí.

—¿Su madre sabe que se encuentra aquí, joven Jodie? —preguntó Hank.

—Sí... bueno, no. Sí y no —replicó la muchacha. Ante el rostro confundido de Hank, prosiguió—: Le dije que vendría a comer con una amiga. Nunca le dije que vendría a comer contigo —se rió un poco nerviosa.

El mayordomo asintió con la cabeza y suspiró. Sacó una libreta que llevaba dentro de su saco y una vez que la colocó sobre la mesa comenzó a escribir unas anotaciones allí, algunos apuntes que no quería olvidar. Jodie lo vio pero no quiso interrumpirlo creyendo que se trataba de algo importante; no obstante, era algo que no podía evitar.

—Espero no estés escribiendo sobre mí —dijo un tanto molesta. Hank la miró sonriendo y luego dejó de escribir.

Minutos más tarde el camarero regresó con los pedidos. Hank agradeció y luego, tras comenzar a beber un poco el café que había solicitado, se dispuso a mirar a Jodie que no tardó mucho en comenzar a disfrutar lo que había pedido. Se trataba de un simple cappuccino acompañado de una medialuna, no tenía dinero para darse el lujo de comprar algo más. Pese a que Hank lo notó, no dijo nada al respecto.

Así estuvieron unos momentos hasta que Jodie rompió el silencio.

—Mi madre me comentó lo que le dijiste —explicó.

—Supuse que algo de eso tenía que ver. De lo contrario no me hubiera citado —sonrió el mayor—. ¿Decidieron algo?

—Ehm... no.

—¿Entonces?

—Es que ella no quiere aceptar el dinero de ese tal Frederick —explicó la joven—. Pero lo necesitamos. Y sé que ella está actuando de manera egoísta al decir que no es necesario.

—¿Entonces por qué me ha citado si ella ha decidido que no querrá participar?

—Porque yo sí quiero hacerlo —replicó Jodie.

Los ojos de Hank se abrieron con sorpresa. Por un instante el murmullo que los rodeaba fue lo único que oyeron, sin tener el suficiente valor para decir algo más. Quería tratar de decir algo, pero eso no se lo había esperado. Estuvo preparado para cualquier respuesta, pero el planteamiento de la joven implicaba acciones que, dentro de todo, no eran las más "correctas".

—Quisiera entenderla, joven Jodie, pero algo me dice que lo que está sugiriendo es que...

—Quiero ir sin que mi madre lo sepa. Reclamar mi parte de la herencia y volverme. Así de simple. Frederick podrá verme, conocerme si es que aún no me conoce y todos terminamos ganando. ¿No es un buen plan?

Espuria Al MandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora