La lectura del testamento, como era de esperarse, se suspendió tras el fallecimiento de Frederick; no obstante, se fijó una nueva fecha que tendría lugar dos días después de su entierro. Hasta ese entonces, deberían convivir juntos.
La mañana siguiente al deceso de Frederick, todos se dirigieron al cementerio local. El día se encontraba nublado, fresco, como si el clima hubiese reservado ese día especialmente para despedir a una gran persona como lo era Frederick Rosenzweig. Una muchedumbre acompañaba a la familia en el funeral, todos vestidos con ropas oscuras. A pesar del silencio que se generaba casi inconscientemente por respeto a la memoria del amado anciano, algún que otro llanto se podía apreciar entre las personas, llantos y sollozos que no provenían de su esposa. Elizabeth, sentada en una de las sillas de la primera fila, miraba con seriedad el ataúd de madera lustrosa que contenía el cuerpo de su marido. De vez en cuando limpiaba algunas lágrimas que aparentaban salir, pero nada del otro mundo. No era una mujer demasiado sentimental, porque, ¿de qué otra manera se justificaría la personalidad fría e impasible de sus hijos? De Frederick no lo habían heredado.
Los nietos, los más afectados por la partida del abuelo, se encontraban ubicados en dos hileras de sillas, una tras otra, tras la primera donde estaba la querida abuela y los hijos de ésta. Ginger, que había optado por dejar a su hija Anny con su marido en la mansión, estaba con Timmy sobre su regazo, acariciando el cabello del mismo para tratar de calmarlo. Independientemente de pensar que era algo predecible, el dolor era algo inevitable, en especial para un niño de apenas diez años que no estaba completamente consciente del estado crítico de su abuelo y le había sorprendido su muerte tan impactante.
Por su parte, Isaac se encontraba mirando hacia el suelo, sentado entre Jane y Elle que, de igual manera, estaban acongojadas por la reciente pérdida; no obstante, para Isaac, era más complicado expresar sus emociones, aún más ahora que su abuelo ya no estaba. Era al único al que le podía contar sus cosas, al que le podía comentar las anécdotas más "agradables" que vivía día tras día, enseñarle sus calificaciones sin temor a que lo comparara con Matt, su hermano mayor, además de saber que confiaba en él. Ahora, uno de sus más grandes pilares, ya no estaba. Dudaba que su salud emocional soportara tanto si él no se encontraba allí para confortarlo.
Por su parte, Matt y Kayden se encontraban sentados uno al lado del otro. Por un momento las discusiones fueron sustituidas por un simple silencio que valía más que mil palabras; aunque ellos tuvieran sus diferencias, el amor hacia el fundador de todo aquello era lo que los unía. Aunque, ahora, también se podía decir que ya no tenían nada en común salvo la sangre que corría por sus venas, pero el sentimiento de recelo a convertirse en lo que eran sus padres en el fondo los mantenía alertas y cooperaba para que se soportaran aunque sea un poco la mayor parte del tiempo.
Asimismo, los tres hijos del difunto se encontraban al lado de la ahora viuda, sentados y observando con calma el entierro. No les preocupaba mucho el hecho de ya no verlo, aunque en el fondo existía en común ese sentimiento silencioso de melancolía que a causa de toda esa ambición ya prácticamente gemía a lo lejos, pero el dolor era más visible en Rita.
A lo lejos y presenciando el entierro, se encontraba Jodie. Con las manos en los bolsillos de su pantalón holgado de color negro, observaba impasible lo que sucedía. Dado que se encontraba sobre una pequeña colina generada por el terreno del lugar, pudo obtener un claro ángulo de cada una de las caras de los presentes, y, por ende, sus expresiones. Siempre le había gustado observar a las personas para tratar de deducir lo que pensaban, en especial contando con tan buen don de observación.
Si bien no quería ir, supuso que sería lo más "prudente" tras haber ocasionado la muerte del viejo, o eso pensaba ella. Así que, para no incomodar a la familia, se mantuvo alejada junto a Hank que se mantenía de manera respetuosa con las manos hacia atrás, dándole un último adiós a su fiel amigo desde lejos. Sabía que la familia no quería que él se aproximara, por ende, para evitar "inconvenientes" y malos momentos, optó por mantenerse alejado, donde, según la mayoría, le correspondía estar. A pesar del dolor que le generaba no haber podido estar cerca en su despedida, como le hubiera prometido en otra ocasión tiempo antes, estaba consciente que era lo más conveniente.
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Espuria Al Mando
Action-Ningún villano tiene un final feliz. -Yo podría ser la excepción -aseguré sonriente.