Capítulo 5: Helado

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Mi boca se abrió pero no salió nada de ella, quería decir algo pero no sabía que decir. Mis ojos estoy segura que saltaron, mi corazón se hallaba desbocado.

Mike sin embargo, seguía con la vista fija en las calles.

Estacionó en el aparcamiento de la heladería minutos después de su confesión.

Y por primera vez desde que habíamos dejado el campus, me miró. Realmente me miró. Sentí como un nudo se formaba en mi garganta.

-Si vas a decirme que solo me quieres como amigo ahórratelo.- Parecía bastante decidido y podía notar lo valiente que estaba siendo. -Solo te pido que lo pienses.- Su expresión era de súplica.

Suplicaba una oportunidad.

El chico que me había brindado su amistad durante tanto tiempo, me pedía una oportunidad. Una la cual sentía que debía darle no porque sintiera lo mismo que él, sino porque sabía que tenía buenos sentimientos y lo último que deseaba en mi vida era hacerle daño.

Yo realmente entendía que no era bueno darle esperanzas pero no tenía el corazón de negarme.

Él sabía que no me podía resistir a esa carita, nunca le había podido negar nada cuando hacia esa carita.

-No me hagas la cara de cachorro.- Me tape los ojos con las manos para no verlo.- Sabes que no me puedo resistir.

-Lo sé- Tomó mis manos en las suyas y las retiró de mi rostro.- Por favor solo piénsalo.- Volvió a pedir.

-Está bien, lo pensaré.- dije después de un rato. Vencida. No perdería nada con pensarlo y pensarlo. Aunque sabía que me iba a romper la cabeza pensando en el tema.

-Vamos a comer helado.- Ahora su expresión había cambiado a la de un niño. Una gran sonrisa se dibujó en su rostro. -Quiero un helado de vainilla urgentemente.- Vainilla siempre había sido su sabor preferido.

Nos bajamos del auto dirigiéndonos a la heladería. Abrió la puerta dejándome pasar delante de él como todo un caballero.

Entre sentándome directamente en la primera mesa que vi vacía mientras Mike se dirigía al mostrador a ordenar los helados. Siempre habíamos sido así, un equipo. Para mí no había ningún buen momento que recordara de mi vida en que no estuviera Mike presente.

Él era algo constante en mi vida.

No le tuve que decir que sabor de helado quería, él lo sabía. Después de todo, siempre compraba el mismo.

Él conocía muchos de mis gustos y yo conocía muchos de los suyos también.

Hablaba con la cajera con total naturalidad ordenando lo de costumbre.

Desde donde me encontraba tenía una buena vista de la espalda de Mike. Los músculos de su espalda se marcaban a la perfección en la camiseta mostrando el cuerpo que se ocultaba detrás de ella.

Deslice mi mirada por lo largo de su cuerpo pero por más que llegaba a la conclusión de que era guapo eso no causaba ningún hormigueo en mí. No era posible y debo admitir que el no poder quererlo de otra forma causaba en mi un poco de decepción.

Todo sería más fácil y más simple. Si mi corazón se acelerara por mi mejor amigo.

Siempre pensé que las personas sí elegían de quien enamorarse pero el karma estaba siendo malo conmigo en estos instantes.

No me percaté de que me había quedado embobada hasta que se giró y me encontró observándolo.

Una sonrisa se extendió en su rostro pero no la clase de sonrisa que se le da una amiga, era una de esas sonrisas sexys como el infierno, las moja bragas como muchos le decían.

Le respondí con una pequeña sonrisa tímida. Mi atención estaba en él mientras caminaba hasta la mesa con un helado en cada mano.

-Es tan lindo.- El chillido de claramente una chica resonó por toda la heladería, no pude evitar buscar a la dueña de la voz chillona.

La encontré sentada en una esquina con dos chicas más. Las tres jóvenes muchachas observaban con claro interés a Mike. Sentí una punzada de orgullo. Porque él estaba conmigo, me miraba a mí y sabía que no me cambiaría por alguna de ellas. Pero no eran celos lo que sentía y eso era simplemente otro indicio de que no lo amaba.

Por eso quería a Mike como amigo, sabía que como amigo jamás me cambiaría por otra mientras que como novio viviría con el miedo constante de que me cambiara.

Sin embargo una imagen apareció en mi mente, la de un chico de ojos azules. Noah.

Traición.

Eso fue lo primero que pensé. Me sentía como si lo estuviese traicionando. La idea era tan tonta que la rechace rápidamente.

¿Cómo podría sentir que lo estoy traicionando cuando ni siquiera lo conozco?

Sin querer me había quedado mirando al grupo de chicas, las cuales tenían una expresión de culpabilidad en sus rostros. Rodé los ojos y acomode un mechón de mi cabello detrás de mí oreja.

Las chicas salieron casi corriendo de la heladería.

Sé que soy fea pero no pensé que fuese para tanto.

-No sabía que fueras de las celosas.- la voz divertida de mi amigo, haciendo que mis ojos se clavaran en él.

Llevo la cuchara llena de helado hasta sus labios y la lamió. Sabía que lo hacía con doble sentido por lo que simplemente le di una sonrisa fingida.

-No soy celosa.- mentí.

Y Dios sabía que era bien grande la mentira que acababa de soltar.

-Bueno si tú lo dices.- Encogió los hombros aunque tenía una gran sonrisa en sus labios.

Comencé a comer mi helado bajando mi mirada a este como si fuera lo más interesante que había visto en toda mi vida.

No hablamos mucho mientras comíamos. Al final Mike terminó su helado primero que yo, por lo que se dedicó a apreciarme durante el resto del tiempo en el que termine de comer mi helado.

-Listo- sonreí triunfante porque por fin había terminado.

Pareció no escucharme y siguió observándome hasta que al fin salio de un trance.

-Vayámonos entonces.- Nos pusimos de pie para dirigimos a la puerta. Paso su brazo por mis hombros mientras caminábamos hacia la salida de la heladería.

Definitivamente lo mejor de esta salida había sido el helado.

Espero que les guste. No olviden comentar y votar.

Besos.

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