Capítulo 7: Mi ángel

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Nunca nadie había sido posesivo conmigo, tampoco me gustaba que lo fueran. Era muy independiente y siempre lo había sido. Pero Noah se encontraba mal y no quería causarle una molestia.

Su cabeza descansaba todavía sobre mi regazo.
Había cerrado los ojos, mientras jugaba con su cabello rubio. 

-¿Ya te sientes lo suficientemente fuerte como para llegar a casa? - pregunte,  mientras apartaba mis manos de él.

-Un poco mejor, pero no creo que pueda llegar solo ¿Me podrías acompañar?- Me tarde en responder,  realmente no era buena idea ir con él, pero no podía dejar que se fuera solo en su estado.-Prometo no morderte- dijo mientras una sonrisa burlona se instalaba en su rostro. - Al menos no tan fuerte. - Me reí de su coqueteo, estaba herido, le acababan de dar un paliza y aun así tenía la energía para coquetear conmigo. 

-Te acompañare.-Era lo mejor, no me gustaría dejarlo solo. Tenía que asegurarme que estuviera bien, tenía que cuidarlo. 

"¿Cuidarlo?" pensé, "Si apenas y lo conozco. "

Pero aún así no lo puedo dejar solo.

Noah trato de levantarse pero volvió a caer, yo seguía atrás de él así que su caída no fue dura, lo sostuve antes de que llegara al suelo. 

-Ten cuidado-dijo suavemente,  Noah soltó un bufido.-Poco a poco.-le indique.

Ayude a Noah a sentarse,  me levanté y me coloque a su lado, mientras pasaba su brazo por encima de mi hombro para ayudarlo a reincorporarse.

Sabía que mi camisa blanca probablemente se llenaría de sangre. Que buen día para colocarme una camiseta blanca, mierda, mi madre me iba a matar, no más lo viera.

Sus pasos fueron lentos al principio pero poco a poco aumento la velocidad, salimos de la parte boscosa del parque para dirigirnos hacia la salida.

Noah me daba las direcciones y me decía donde cruzar. La gente que pasaba a nuestro lado, nos daba una mirada aterrorizada, sabía que era por la sangre que manchaba nuestras ropas.

Sin embargo nadie nos detuvo en el camino. Mi cabeza le dio vueltas y vueltas al asunto. 

-¿Cómo lograron atraparte?- Le pregunte sumergida aún en los acontecimientos. 

-Bueno,-Su voz salió ronca.-Eran ocho chicos no les fue difícil. -Trato de reírse pero el dolor se lo impidió y termino soltando un gemido, mientras se llevaba la mano libre a su estómago. -Pero gracias por tenerme en tan altas expectativas. 

Solté una risa falsa- Aún herido eres un idiota. ¿Lo que quiero saber es si te estaban esperando? -pregunte. 

-Sí, me estaban esperando en los arbustos, saltaron sobre mí apenas me vieron pero me defendí, entonces salieron cuatro más. - Parecía sumergido en los recuerdos, una mueca de disgusto se formó en su hermoso rostro.- Sabes, todos los sábados corro en las mañanas, me gusta hacerlo, me hace sentir libre, tomo el camino boscoso porque es más tranquilo.

-Mike estaba con ellos.-Era más una afirmación para mí misma, que una pregunta.- ¿Te golpeó? - mi voz salió baja, fije mi mirada en su rostro. Se volteo a mirarme,  sus ojos brillaban con furia fijos en los míos. Quería saber si Mike había sido capaz de golpearlo o no.

-Aunque quisiera mentirte y decir que si lo hizo, no soy capaz de hacerlo.-Su mirada se suavizó- No lo hizo, no fue capaz, Jack le ordenó que lo hiciera pero Mike se negó. Jack creyó que él debería golpearme porque yo te estaba haciendo ojitos. - Sus pasos  pararon, se acercó a mi cuerpo lentamente, tomando mi barbilla entre sus dedos.- Dijo que no valía la pena golpearme, ya que tu habías aceptado ser su novia.- Aparte la mirada, por vergüenza,  eso no era verdad, pero yo tampoco le había dicho que no. Tomó mi barbilla con más fuerza para mantener su mirada en mis ojos.- ¿Es verdad?

- Yo...-dude un momento, pensando en que decirle -No le respondí, él me lo preguntó pero yo le dije que lo pensaría. 

- Pues él se lo tomó como un sí.-Me soltó y empezó a caminar de nuevo,  yo a su lado.-No eres suya y eso le quedará muy claro la próxima vez que nos veamos. - Parecía hablar consigo mismo, ya que su voz apenas era un murmullo.

- Ni siquiera se te ocurra comenzar con una pelea. - Le advertí. No lo quería más golpeado,  pasarían meses antes de que se curara completamente y su hermoso rostro volviera a la normalidad. 

Cruzamos en una esquina y nos dirigimos a una calle, mire a mi alrededor, las casas eran sorprendentes, hermosas y grandes. Se veía desde lejos que era un barrio de ricos.

-Quien dijo algo de pelear, solo le dejaré unas cuantas cosas claras.-me aseguró.

-Más te vale.-Sabia que se pelearían, pero estaría allí para detenerlos. -Son unos cavernícolas, machistas egocéntricos. 

-¿Por querer defender lo que es mío?-Pregunto en voz alta.

-¿Que es tuyo?-Le pregunte de forma brusca, nadie tiene derecho a levantarme la voz solo mis padres. 

- Tu eres mía- Era una afirmación. Me sorprendí de su tono y de que estuviera tan seguro. 

- No me vengas con eso, no soy de nadie.-Me estaba empezando a alterar.-Deja el rol de dominante que eso no va conmigo. 

-Ve acostumbrándote, cariño. - Su voz sonó sensual mientras decía el apodo y por un momento me perdí en ella, soñando con escuchar esa voz todos los días, pronunciar mi nombre.

Su mano fue a su bolsillo y de este saco un juego de llaves. Me indico el camino que llevaba hacia una casa blanca de lejos se veía pequeña pero nos fuimos acercando y la casa cada vez se veía más grande, y más grande y más. 

-Grande, muy grande- Mierda, no me había dado cuenta que lo había dicho en voz alta.

-¿Qué es lo que estas mirando? - Pregunto divertido siguió mi mirada que aún permanecía en la casa. Soltó una risa, que lleno todo el ambiente, la tensión y cualquier incomodidad que sintiera por saber en qué lugar vivía abandono mi cuerpo. Su risa era melodiosa, dulce pero sin embargo no dejaba de ser masculina.-Yo que creía que me estabas mirando a mi.-Soltó de repente y no pude evitar bajar mi mirada a su entrepierna. Donde había una no muy pequeña tienda de campaña, hecha con su pantalón deportivo de color gris. 

Aparte mi mirada con las mejillas sonrojadas, Noah volvió a reír pero esta vez más alto.
Me sentía avergonzada, mis hormonas estaban saliendo a flote. Pasamos a través de una gran verja de color negro, dentro había una pequeña fuente que se encontraba rodeada por un camino.
Nos acercamos a una puerta blanca y Noah se acercó a abrirla, apartando su brazo de mi hombro.

Entramos, él aun tratando de mantenerse en pie, aunque no me aleje mucho, sentía que en cualquier momento podría perder el equilibrio y caer. Quería sentirlo cerca, ayudarlo y apoyarlo. Entonces entendí que si me quedaba más tiempo al lado de Noah, terminaría enamorándome de él, así que lo decidí, apenas estuviera seguro y en casa, me iría.

Por un partidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora