Capítulo 12: Impaciente

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La alarma sonó disolviendo el poco sueño que me quedaba.

Hice mi típica rutina de las mañanas, aseándome y vistiéndome a velocidad máxima. Una parte de mí creía que entre más rápido llegará, más rápido saldría de la preparatoria. Al recordar quien me buscaría no pude evitar realizar un pequeño baile de felicidad mientras bajaba las escaleras y me dirigía a la cocina.

Mi mamá se encontraba haciendo un sándwich mientras tarareaba una canción que no pude identificar. Lo sirvió en un pequeño plato y me lo entregó.

-Buenos días.- dijo, su pelo castaño al igual que el mío se encontraba recogido en una coleta. Le di una gran sonrisa que después no pude despegar de mi rostro, aquel era uno de esos días en los que te sientes demasiado feliz y no puedes ocultarlo. – Veo que amaneces de buen humor.

-Es que el día de hoy amaneció hermoso.- dije dándole un mordisco a mi sándwich y desviando la mirada hacia otro lugar.

-Si claro, hermoso.- dijo con ironía – No te creo,- se sentó en el asiento de enfrente y entrelazo los dedos.– Así que cuéntame ¿Por quién suspiras?- preguntó con tono de voz dulce, a diferencia de sus interrogatorios en los que utilizaba un tono de voz duro.

-Por nadie que conozcas.

-Por favor,  hija, no le diré a nadie.- Sus ojos cafés me miraban con una súplica divertida.

-Algún día te lo diré. – Terminé con mi desayuno y me dirigí a buscar la camisa de Susan mientras caminaba me acorde que debía de avisarle a mi mamá que hoy iba llegar tarde porque iba salir.- Mamá, voy a llegar tarde hoy.- encontré la camisa de Susan bien doblada sobre la lavadora.- Voy a salir con un amigo.- Fui directo a la sala a recoger mi bolso y mi madre ya se encontraba en el sofá frente a la televisión viendo su novela favorita.

-¿Cuál amigo?-preguntó cuándo me acerque a tomar mi bolso que se encontraba a su lado.

-Un amigo.- dije resaltando en voz alta cada palabra.

-No llegues tan tarde.- Advirtió mientras me dirigía hacia la puerta.

-Lo prometo.- cerré la puerta y me dirigí calle abajo, hacia la preparatoria.

No siempre me iba a la escuela caminando pero cuando amanezco de tan buen humor me dan ganas de gastar un poco de energía. Observar las calles mientras caminaba causaba en mi tranquilidad, quizás era que me tomaba el tiempo para pensar o imaginar escuchando música en el camino. Ignorando al mundo que me rodeaba y dejando fluir mi imaginación, fantasear al ritmo de la música era una de las mejores partes de aquellos días.

Por primera vez mi mente no se dirigió a ninguna otra parte porque se hallaba concentrada en una sola cosa, llegar. Mi corazón se empezó a acelerar al pensar en Noah, mis pies parecieron seguir su ejemplo y en pocos minutos me encontraba corriendo.

A lo lejos logre ver el edificio azul, estaba cerca. Así que aumente mi paso queriendo llegar lo más rápido posible.

Ya en la entrada me permití tomar una gran bocana de aire apoyándome a un muro con una mano para descansar.

-¿Viniste corriendo?- preguntó una voz divertida. Angie se encontraba vestida con unos vaqueros y una camiseta sencilla que dejaba escotados sus brazos. Normalmente los lunes venía vestida de esa forma, sencilla.

-Si.- dije reincorporándome y tomando aire.

-¿Por qué?- preguntó curiosa.

Oh genial, ahora viene otro interrogatorio.

El problema con Angie no era que no fuéramos amigas pero cuando se trataba de hombres la chica era muy competitiva. Si no tenía la atención del chico, la buscaba a cualquier costo.

Por un partidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora