Si la casa por fuera se veía grande por dentro era gigante.
Las paredes eran completamente blancas. Varios cuadros de pinturas se encontraban colgados en estas, había de diversos temas, de doncellas, de animales pero me llamó más la atención un cuadro que se encontraba sobre la chimenea, hice mis pasos más lentos solo para tener más tiempo de observarla.
Una mujer hermosa posaba junto a un lobo blanco, su vestido era de un color rosa claro, el cabello rubio trenzado y adornado con unas cuantas rosas haciendo que su peinado se viera como una obra de arte. Su sonrisa era radiante, era de ese tipo de sonrisas que alumbraba todo a su alrededor.
Pero en sus ojos de color verde solo pude notar amor, compasión, cariño se veía como una persona amable y sencilla. Observe al lobo que se encontraba a su lado, era bastante grande y alto. Tenía esa posee de orgullo que siempre han tenido los lobos, como si nada los pudiera detener pero me asombro aún más sus ojos azules, tan brillantes y espectaculares que no pude evitar compararlos con los de Noah. El pelaje blanco era largo y poseía unos pocos mechones grises que le daban un aspecto adulto más no viejo.
No pude evitar preguntarme quien era la mujer del retrato.
- Es mi madre.- respondió Noah como si me hubiera leído la mente. Sin embargo sus ojos estaban fijos en la mujer, trate de ver su expresión y lo único que pude notar fue tristeza y dolor. - Ella murió cuando yo era apenas un bebé. - Me miró a los ojos y vislumbre un poco de soledad. Vi la imagen de un niño que no tenía el amor de su madre, que de vez en cuando necesitaba un abrazo y no había nadie para dárselo.
-Lo lamento mucho, Noah.- No quise acercarme y abrazarlo a pesar de que deseaba consolarlo. Noah se acercó, pasando su brazo por mi cintura. Me atrajo hacia él en un fuerte abrazo que pareció eterno. Coloque mi rostro en su cuello solo para poder sentir su olor, tan seductor y divino, no era una colonia porque era imposible que lo fuera. Era tan natural, fuerte, como a frutas silvestres, a bosque. Simplemente no había palabras para describir su olor o lo que le hacía a mi cuerpo.Trate de apartarme pero sus brazos me estrecharon con más fuerza.
- Noah estas herido.- dije en voz baja.
- No me importa.- Continuo abrazándome.
- Estas herido tienes que ir a una cama.-Trate de separarme pero él solo me permitió alejarme lo suficiente como para ver sus ojos. -Debes descansar.
-Si vas conmigo, lo haré.- Su voz seductora volvió y así de rápido como el frágil Noah llegó, también se fue.-Prometo no portarme mal.
-No.-Trate de escapar de su agarre pero este era más fuerte. -Tienes
que descansar. - Incluso herido era más fuerte que yo.
-Pero quiero pasar más tiempo contigo.- Hizo un mohín como un niño pequeño.
- Eso lo puedes hacer otro día. -Me arrepentí apenas las palabras salieron de mi boca. Se supone que me debería de ir y no volverlo a ver.
-Entonces mañana te veré de nuevo. -Una gran sonrisa iluminó su rostro.
- No, claro que no.- Mi mirada se dirigió a una de las paredes, apartando mis ojos de él.
- Claro que sí. -Daba por hecho todo, tenía el ego más grande que jamás había visto.
- No.- Volví a negarme- Vamos, para que te puedas acostar y yo me pueda largar de aquí. -Me volvió a estrechar contra él y su nariz tocó mi mejilla.
- Solo si te acuestas a mi lado.- Froto su nariz contra mi mejilla y no pude evitar sonrojarme. -Me encanta cuando te sonrojas, te ves tan linda.-Los latidos de mi corazón aumentaron su ritmo. -Vamos, es por aquí. -Señaló.
De repente se apartó de mí y empezó a caminar por los pasillos, cruzando varias veces, la casa parecía más un laberinto que un hogar. No sabría ni por donde salir.
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Por un partido
LobisomemAimi intenta hacer feliz a todos sus amigos pero nada lograba hacerla feliz a ella. Pensaba que su vida siempre sería así. Ella es la típica chica en la que buscarías apoyo. Su vida simple se convierte en un huracán de humor, vergüenzas y sobre tod...