Capítulo 6: Bravucones

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Dolor.

Mucho dolor.

Quise gritar pero no pude. El dolor en mis costillas era insoportable y sentía mi estomago revuelto.

Mi cabeza palpitaba en un dolor sordo.

Trate de mirar a mis agresores pero me encontraba encerrada en la oscuridad. Solo pude distinguir el movimientos de unas siluetas

Miedo. Un miedo que dominaba todo mi cuerpo.

Me levanté de la cama sobresaltada y un nudo se formó en mi garganta cuando observé mi almohada mojada por el sudor.

Dirigí mi mirada al reloj que se encontraba en la pared de mi habitación. Las manecillas marcaban las 8 am.

Es sábado, debería de estar durmiendo.

Me acomode nuevamente en la cama para volver a conciliar el sueño pero entonces un vago recuerdo de la noche anterior vino a mi mente.

Mi mejor amigo me había traído a casa. Había vuelto a su típica actitud bromista después de nuestro arreglo. A pesar de la estresante noche que había tenido no podía evitar recordar algo extraño que había notado en él. Su forma de despedirse.

Se había despedido desde el auto con la frase " Buenas noches y recuerda dormir todo el día".

Y esa no era la forma en la cual comúnmente se despedía. Mike era el chico que siempre te acompañaría hasta la puerta, bromearía con tu madre y te desearía buenas noches antes de despedirse. Ayer había ido en contra de su modus operandi quedándose en el automóvil.

Después de vagar entre varios pensamientos trate de volver a dormir. Era mi día libre pero no lograba conciliar el sueño.

Un mal presentimiento me invadió, algo malo estaba pasando. Al final, mi sexto sentido ganó. Después de una larga discusión conmigo misma, me aseé y vestí con bastante rapidez.

Escogí una blusa blanca que fue lo primero que vi a la mano, junto con unos vaqueros claros. Me hice una coleta mientras salía de la habitación. Baje las escaleras buscando a mi madre para avisarle que saldría.

La encontré en la cocina pero no voltee a mirarla y simplemente me dirigí a la puerta.

-Voy a dar un paseo.- Grité.

-Ten cuidado.- respondió. Realmente no sabía a donde ir, solo dejé que mis pies me guiarán, en un momento me encontraba corriendo como si mi vida dependiera de ello. Corría y cruzaba en algunas calles sin saber a dónde me dirigía. Al final terminé entrando en un parque que quedaba a unos 30 minutos de mi casa.

Aunque estuviera adentro no disminuí mi paso. Todo lo contrario, aumente el ritmo.

Dios, odio correr. Detesto el ejercicio.

Me adentré en la parte boscosa del parque, definitivamente me estaba volviendo loca corriendo a quien sabe dónde a hacer quien sabe qué.

Loca. Estoy loca.

De repente oí unos ruidos y me detuve tratando de controlar mi respiración.

-Sabes, eres un cobarde- La voz masculina se escuchaba ahogada, pero pude reconocerla.- Ocho contra uno, que niñita.

Me acerque para oír mejor arrodillándome para que nadie me viera detrás de los arbustos.

Lleve una mano a la boca para no gritar por lo que mis ojos veían.

Era una escena horrible.

Noah se encontraba sujetado por tres hombres que rápidamente reconocí. Estaba ensangrentado, tenía una herida en su cabeza y el labio partido. Su ropa deportiva se hallaba arruinada por la sangre esparcida sobre ella por todos lados. Me preocupaba enormemente la herida de su cabeza, podía ver como su sangre bajaba en un fino hilo haciendo su camino a través de su rostro.

Por un partidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora