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Día nuevo y Jong Hoon se había convencido a sí mismo de aquello no había sido más que una simple calentura. Culpó al hecho de no haber echo el amor con su prometida en casi cuatro semanas.

«Claro, eso es todo —pensó—. Solo me hace falta el cuerpo de Hye Rin. Estoy sensible por no haber estado con ella por casi un mes».

Estaba feliz, puesto que se convenció de que no era un maldito enfermo que llegaba a calentarse por niñas de colegio y menos por algo tan tonto como un par de bragas con corazones.

Apagó el motor de su auto cuando estuvo frente al colegio. Aquellas puertas le parecían las mismas del infierno. Miles de pubertos gritando, corriendo y jugando. Los chicos se dedicaban a mirar las faldas de las chicas y estas solo estaban pendientes de su celular; quien tenía el selfie más provocativo ganaba.

— Tss... —Tomó su portafolio del asiento trasero y se dispuso a salir del auto. Pero al mirar al frente no pudo evitar ver otra cosa.

Rosa.

Esa torpe chica quien saltaba para alcanzar una tonta flor, no dejaba nada a la imaginación.

Cabello largo, piernas largas, piel bronceada y bragas rosas. De nuevo su futura perdición estaba frente a sus ojos.

La miró, la miró y la miró. Estaba alejada de los demás. No sostenía un celular en sus manos sino que dejó el libro que estaba leyendo en el césped para poder alcanzar aquella flor.

Tan pura, tan inocente.

Jong Hoon la miró por mucho más tiempo del que debía y solo se dio cuenta de eso cuando escuchó el timbre que marcaba la entrada a clases.

Ella estaba de espaldas, así que de nuevo se quedó sin ver su rostro.

Jong Hoon salió del auto con algo de prisa y mucha incomodidad en su entrepierna.

«Necesito buscar a Hye Rin después de esto —pensó—. Es solo falta de sexo».

Las únicas veces en las que intentas engañarte a tí mismo, es cuando ya estás perdido.

...

Daba su clase con mucho entusiasmo y es que tenía que admitir que fuera donde fuera, amaba hacer su trabajo.

— ¡Oppa! —Hora del almuerzo y su prometida lo esperaba en una de las tantas mesas de la cafetería. Él sonrió al ver a su chica agitando una de sus manos para llamar su atención—. ¿Cómo estuvo tu clase? —Tan pronto Jong Hoon se sentó, la chica comenzó a hablar.

— Mejor de lo que esperé. —Jamás pensó que sería divertido dar clases a un salón entero.

— ¿Ves? Te lo dije, este trabajo es perfecto para ti. —La chica llevó una cucharada de comida a su boca—. Ahora te toca en el 32B, ¿cierto? —Cierto... El salón blanco, el salón rosa. El salón en el que estaba la chica con bragas de niña.

— Así es. —Habló algo incómodo.

— Una de mis clases favoritas, pero no le digas a los otros. —Rió juguetona—. Esos niños son un amor.

Él solo asintió y sonrió con algo de incomodidad. Sentía que estaba engañando a su prometida, pero es que aquel par de piernas y apretada intimidad, haría pecar hasta al más puro.

— Mhh —ella miró su reloj— tenemos que hablar acerca de la boda. Mamá dice que... —Perdió el hilo de la conversación cuando vio a una chica con agujetas sueltas entrar a la cafetería.

Ella se agachó para amarrarlas... Era una broma, ¿verdad?

Jong Hoon se convenció de que era intencional. No podía existir alguien tan despistado.

Eso creyó hasta que una chica se acercó a ella y le informó que se le veían las bragas. De inmediato la chica juntó las piernas y llevó ambas manos a su falda para bajarla. Tenía las mejillas rojas y mordía su labio inferior con notorio bochorno.

Jong Hoon relamió inconscientemente sus labios al ver aquella escena.

La imaginó solo con aquellas bragas rosas, con el mismo tono rojizo sobre sus mejillas y su labio inferior siendo apresado por sus dientes. Totalmente indefensa, totalmente vulnerable.

¿Qué sería ser el primero en darle placer a tan inocente criatura?

¿Qué se sentirá estar dentro de su apretada intimidad?

¿Cómo sonoran sus gemidos si la estimulara con dos dedos?

Esas fueron las preguntas que comenzaron a atormentar a Jong Hoon desde ese día.

Teacher, please.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora