Final Alternativo

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Parte I



La cabellera castaña de mamá se asomó por la puerta de la habitación, seguía molesta con nosotros dos pero, aún así trataba de mantenerse tranquila y relajada cuando se trataba de hablarnos, de darnos la cara. Éramos sus hijos después de todo, ¿No?

Mamá actuaba normal cuando se trataba de sus hijos, solamente si era por separado, por supuesto, pero cuando se trataba de nosotros dos juntos, ¡Se irritaba! Parecía que comenzaba a entrar en un trance de ansiedad, y vaya que solía darme miedo. Así era como había estado actuando toda esta semana.

—James, necesito... —entró a la habitación del susodicho, sin percatarse muy bien de que yo estaba ahí— Bueno, ¿Puedes salir, Jade? Necesito hablar con James. —pidió. Unió sus manos, jugó con sus dedos y mordió si labio inferior. Así es como actuaba cuando estábamos nosotros dos.

—S-Sí —me puse de pie para salir de la habitación.

—Hablamos más tarde, Jade. —asentí sin mirar a ninguno de los dos.

Me seguía sintiendo culpable por todo lo que había pasado. Sabía que tenía la mayoría de la culpa y cargaba con ella, además de llevar un bebé dentro de mi.

Había pensado en un aborto. Se lo comenté a James, justamente de eso es de lo que hablábamos antes de que mamá entrará a su habitación. Ahora tenemos que discutirlo bien después. Me gustaría tener un bebé, pero no ahora, hubiese sido mejor tenerlo en otras circunstancias. Mis estudios estaban sin concluir y mi responsabilidad no era la mejor.

Mis estudios. Necesitaba de ellos. Y sé que si el embarazo continuaba, no podría bien con todo. ¿Se dan cuenta de todos los malestares que llega a tener una mujer embarazada? ¡No podría sobrevivir a ellos!

Llegué a mi habitación, dejé la puerta abierta y me lancé a la cama. Un gruñido proveniente de mi estómago me hizo pararme de inmediato para ir en busca de un poco de alimento para ingerir.

—Quiero fresas —me murmuré a mi misma— O más frutas, o algo rico que me llene la barriga —sonreí, dando justamente donde quería.

Saqué las frutas que había en el refrigerador. Una ensalada de frutas no estaría para nada mal. ¡Sería algo delicioso!

Lavé, piqué y revolví las fritas en un tazón mediano. Tomé por último un tenedor y caminé hacia la sala, encendiendo la televisión y dejándole en cualquier caricatura.

La puerta principal se abrió y entró mi padre con una faceta cansada, se encaminó a donde estaba y se sentó a un lado mío.

—¿Antojo? —preguntó al verme con el tazón de comida.  Sólo me encogí de hombros, llevando una pequeña diversidad de fruta a mi boca.

—¿Quieres, papá? —le ofrecí. Me sonrió y asintió.

Abrió su boca, reí en cuanto entendí lo que quería. Hice que la frutilla se enterrará en el tenedor, atrapé tanta de ella como pude y extendí el tenedor hacia él.

Hizo un extraño ruido cuando masticó.

—¡Me encanta! —gritó de repente, haciéndome sobresaltar.

—¡Papá! —reí junto él.

Me sentí ligeramente incómoda pero a la vez, aún más amada, cuando uno de los brazos de mi padre pasó por encima de mis hombros y me hizo recargar mi cabeza en su hombro. Cerré mis ojos, no siendo capaz de mantenerlos abiertos porque, sabría que terminaría llorando. Me derrumbaría frente a mi padre.

Con mucha pesadez, inhalé y exhalé. Mordí mi labio inferior y abrí mis ojos, llevé de nuevo bocado a mi boca.

—Te amo, hija —murmuró— Sé que te sientes mal con todo ésto, pero de verdad, tu madre se ha molestado. Nunca lo pensó. —comenta.

Rebeldía; 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora