Capítulo 11

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A veces uno de verdad que llegaba a la conclusión de cuando te dicen algo un centenar de veces es porque en realidad lo siente o porque solamente sabes que va a suceder al tener en cuenta que conoces mejor que nadie a esa persona que estas dispuesta a ayudar, termina hiriendote de una manera que tal vez no esperabas, de una manera que suele llegar a dolor mucho.

Ahora, no era tanto el problema con cada una de las palabras que salían de mis labios, sino el hecho de que exista un hombre tan inútil como para echar a perder una cita, la primera cita pero, en fin, todos llegamos a cometer errores, solamente que él ya ha sobrepasado el límite.

Me encontraba algo molesta al saber lo que había sucedido aquel día, lo que sucedió, lo que por momentos supuse que sucedería y que nadie en realidad tomó en cuenta, nadie.

Y esta bien, todos tienen que enfrentarse a la vida, darse cuenta de las cosas por si mismos, a eso es a lo que llegamos a la vida, a  aprender a vivir en ella y poder sobrellevar a cabo cada obstáculo que esta logre interponer en nuestro caminos. Lamentablemente a Gina se lo pusieron de manera graciosa y vergonzosa, demandó vergonzosa. No quisiera estar en su lugar en ningún instante.

Prefiero mis problemas, malas palabras y castigos que nuestros padres suelen darnos. Eso antes que pasar vergüenza con alguien tan idiota con Will.

—¿Ya estas lista, idiota? —la voz de mi hermano acompañado de un golpe me deja ganas de querer golpearlo.

—¡Déjame, imbécil! —le grito golpeando su pecho.

Me toma de las muñecas y me lanza a la cama con algo de fuerza, dejándome confundida: —No me toques, babosa. Arrugas mi ropa y no quiero cambiarme y perder más tiempo, así que andando. —me incita a seguirlo, pero no lo hago, me quedo en el mismo lugar, tumbada en la cama.

Él lo nota y camina de regreso a mi.

—¿Sucede algo?

—Lo mismo te pregunto a ti, ¿Sucede algo? —me siento en la orilla de la cama, cruzando mis brazos— Haz estado raro desde hace un par de semanas y eso de verdad me molesta.

Rueda los ojos y se arrodilla frente a mi, haciendo que mi mirada baje conforme su cuerpo lo hace.

—Sé que he estado raro últimamente y siendo realmente sincero contigo, no sé lo que pase conmigo. Yo sólo... No sé, me siento raro y también tengo en cuenta que una que otra vez te he respondido mal. Siempre lo hacemos, si, pero, ahora lo he llevado más allá de lo que debería. —mira directo a mis ojos, pestañeando un par de veces y sé lo que viene después—. Solo quiero pedirte perdón por todo, no me entiendo ni yo mismo y no te pido que tú lo hagas por mi... Solo perdóname, ¿Si, bebita mía? —y ahora su puchero.

Sabe que haciendo tal cosa tan infantil logrará lo que quiero y lo hace, suele hacerlo muchas veces y eso llega a molestarme demasiado.

—Sólo por está maldita vez te perdono. —murmuro golpeando su pecho con mi dedo índice—. Lo vuelves a hacer y juro que te corto las pelotas, idiota. Y sabes que estoy hablando demasiado en serio, James.

Salí de mi habitación dejándolo atrás, segundos después siendo alcanzada por él y sus largas zancadas que daba.

Llegué a la cocina antes de tomar un poco de jugo, encontré a mamá junto a una señora de estatura baja, piel aperlada y su cabello lucia algo brilloso, por lo menos unos sesenta años le puedo llegar a calcular.

—Buenos días. —entré,  saludando a ambas mujeres en el lugar, cuando mire su rostro sabía que ya la había visto antes, sólo que no sabia donde.

Me sonrió y yo hice lo mismo, mi madre nos veía a ambas con entusiasmo, cuando llegó James a mi lado hizo lo mismo.

—¿De verdad son ellos? —cuestiona la mujer mirando a mi madre con ternura pura, ella responde en un asentimiento y no entiendo nada.

Rebeldía; 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora