Capítulo 36

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El lunes por la mañana se hacía presente gracias a los rayos del sol que entraban por la ventana, tan fuertes como los del medio día y tan molestos como lo era James algunas veces.

El sol quemaba en mi pierna derecha, hubiese preferido no levantarme pero, de verdad que quería demasiado mi pierna como para quedarme sin ella. Me moví hacia donde el sol no daba en mi cama, me arrope suavemente e iba a continuar durmiendo cuando un pequeño golpe llegó a mi glúteo. Sobresaltada me levanté, encontrándome con la misma persona que anoche me había hecho sentir tantas emociones.

James.

Sus bonitos y llamativos ojos color chocolate alumbraban la hermosa sonrisa que se posaba en sus labios, mostrándome una blanca hilera de dientes bien cuidados. Suspire mirándolo mal, quería dormir y no ir a ningún lugar el día de hoy, pero eso parecía más que imposible.

De un segundo a otro, la vergüenza me abrumaba, con todo lo ocurrido la noche anterior no sabía que pensar o hacer al respecto.

Cubrí todo mi cuerpo con la cobija, manteniéndome a salvo debajo de esta misma; sentía mi cuerpo arder y esta vez no era a causa de que el sol me estuviese dando al cuerpo.

—Buenos días, Jade. Gracias por dármelos tú también —suena tan irónico que me causa dolor de cabeza— Arriba que hoy tenemos un par de actividades por hacer. —dice, sintiendo como si se acercase más a mi.

—No, vete de aquí. Yo no iré a ningún lado. Tengo sueño y no me quiero levantar. —murmuro, con voz de niña pequeña, haciendo un puchero.

Agradezco que no me vea, sino, ya se estaría burlando de mi ahora mismo.

—Nada de que no quieres levantarte. Tienes que hacerlo, ya solamente queda el día de hoy y el de mañana... —me recuerda.

Me reincorporo de golpe en la cama, mi cabello esta embarañado, puedo sentirlo incluso aún trayendo una coleta alta. Esto no puede ser peor.

—Eres como una pequeña niña, me pareces demasiado tierna, cariño.  —es lo primero que dice en cuanto me ve.

Y no capto si es sarcasmo o un cumplido lo que me dice.

Frunzo mi ceño con suma desconcertación ante aquellas palabras ya dichas por él; se encoje de hombros y se levanta del suelo.

—Tienes exactamente media hora antes de que el profesor o la profesora venga por nosotros y nos saquen de aquí a regaños... —se da la vuelta y se lanza en su cama, no lo pierdo de vista hasta que él me mira y sonríe.

¿Cómo puede estar tan tranquilo después de lo sucedido la noche anterior?

Me siento en la orilla de la cama, mis manos pasan de una manera lenta por mi rostro, restregando mis puños en mis ojos para por lo menos, intentar despertar un poco más. Lo escucho gruñir, giro a verlo de nuevo y se encuentra con su celular entre manos. Una sonrisa se posa sobre sus labios y lo único que puede provocar con ello, es que quiera golperalo.

—¿Con quién te estás riendo, inútil? —pregunto con molestia, acercándome a su cama, él me mira raro— Dime, ahora. —demando.

Me mira extrañado por unos segundos más hasta que suelta una ligera risa calmada, libre de culpa alguna: —¿Ahora quieres ser demandante y andar cuidando cada paso que doy? —enarca una de sus cejas y niega— Mejor ve dúchate, se te esta acabando el tiempo, hermanita. —me guiña, pasando a su celular.

Ahora su maldito celular es más importante que yo.

Tampoco puedo tenerlo todo el tiempo conmigo, él tiene sus cosas y yo las mías, lo de anoche fue solamente un desliz, algo que no ocurrirá de nuevo y que, por supuesto, de algo que nadie se podrá  enterar nunca.

Rebeldía; 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora