Capítulo 2

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Me dolían los oídos. Odiaba el ruido acumulado en la sala de estar. Detestaba qué todos me mirarán como la mala del cuento. Yo no era mala, sólo soy una buena persona, tratando de que las demás personas sean... mentira, si soy realmente mala. Demasiado mala.

Por parte si merezco el regaño de mis padres, pero jodido viejo rabo verde que les ha llamado, creo que no le quedo demasiado claro qué se arrepentiría de hacer tal cosa.

-¿Cuántas veces te hemos dicho que te comportes? -mi madre tomaba su frente de manera desesperada, no era la primera vez que hacia todo eso.

-No sé, ¿muchas? -levante mí ceja derecha, cuestionándome. Mis oídos estaban ya preparados para otros gritos más de mamá.

Suspiró pesadamente, camino de un lado para otro y se dejo caer en el sillón. Paso sus manos por su rostro y suspiro una vez más.

No me gustaba hacer enojar a mamá, pero todos aquellos idiotas me caían de la mierda, ojalá qué pronto caigan por un barranco por que si no...

-¡Demonios, Jade, te estoy hablando! -mamá ésta más molesta. Debería comenzar a correr.

-Perdón... -me dejé caer más en el sillón, si es que eso era posible.

-No basta con un perdón, Jade. Has ido demasiado lejos en estos últimos tres años... ¿cuándo será el día en que dejes de causar tantos problemas? ¿cuándo? -me encogí de hombros, mirando hacia el lado derecho distrayéndome por completo.

Volví a ver a mamá cuando gritó, estaba que casi se arrancaba los cabellos, quedaría calva por mi culpa.

-¡No me estás escuchando de nuevo!

-¿Cuándo trajeron ese piano?

-Genial, ahora evitas lo que digo.

-No, en serio mamá, ¿cuándo lo trajeron? -bufó.

Negó repetidas veces antes de mirarme y continuar: -Lo trajeron esta mañana, Jade. Ahora, sólo te pido de favor que ya no causes tantos problemas. Aunque sea sólo uno o dos por día, pero no más. ¿De acuerdo? -tomó mis manos entre las suyas.

No podía decirle que no a las hermosas muecas de mamá. Sonará raro pero, me hubiese gustado heredar sus hermosas muecas, todo ella era perfecta. Su anatomía era perfecta. No pude haber tenido mejor mamá.

-Está bien, mamá. Lo intentaré. -le dediqué una deis.más sinceras sonrisas. Ella me devolvió el gesto.

-Bien, confío en ti. Ahora anda arriba y cambiate, apestas a vinagre y estás toda sucia... Ni siquiera sé como terminaste haciendo una guerra de comida en la cocina de un restaurante... -le sonreí, mostrando mi dentadura.

-Mejor no preguntes. No querrás saberlo. -asintió.

Mire de reojo como James entraba a la casa con suma cautela, evadiendo el regaño de mamá, pero de esta no se iba a salvar. Ambos lo comenzamos, ambos lo terminamos.

Antes de que pudiera echarle de cabeza, mamá lo llamó: -James, ven aquí. Ahora. -lo había atrapado.

Mi sonrisa de satisfacción era enorme.

Él se encorvó y camino hacia nosotras. Todo él estaba igual que yo, lleno de comida y apestoso a vinagre. Habíamos quedado empatados... pude haber ganado la guerra de comida si no hubiese sido por el dueño del restaurante y sus empleados que nos echaron casi a patadas. Malditos.

-¿Porqué no aprenden? -cuestionó la castaña demo madre, cuando él llegó y se sentó a mi lado.

-Tú has dicho que si no hacemos cosas divertidas de jóvenes, no tendremos de que reírnos de viejos. -buen punto hermanito.

Rebeldía; 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora