Nunca te has sentido diferente?
Que no encajas en ningún lado?
Kate si.
Y no solo ella.
También un grupo de chicos del internado Moonstate.
Y cuando ella sea llamada para asistir, tendrá que aprender a comprenderse a ella misma con sus nuevas y pecu...
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Ayer por la tarde, cuando Leah me aviso que vendríamos al pueblo, descubrí que casi ni tenia ropa en mi valija, la razón por la cual ahora estoy con ella y con Ben en un negocio.
Salgo del cambiador con un vestido rojo, corto y ajustado, que se me pega a la piel y me queda incomodo. Las caras de mis amigos reflejan desaprobación.
-Eso pensé- digo, y vuelvo al cambiador.
Luego de escoger unas pocas prendas, salimos del negocio, y vamos a un lugar al que Leah llama "heladería", pero que es tan pequeña que ni siquiera debería llamarse "lugar".
-El helado lo compensa, créanme- nos dice Leah, y yo me encojo de hombros.
Aunque, al probar mi helado (de crema americana con chispas de colores, recomendación de Leah) , no puedo negar nada.
Ben come lo mismo que yo, y su rostro muestra una mezcla de sorpresa y adoración hacia el cono frente a él. Yo me río, y Leah hace lo mismo, por lo que en segundos los tres estamos riendo a carcajadas.
Leah se acomoda un mechón rubio detrás de la oreja, algo nuevo que vimos Ben y yo una vez que volvimos a encontrarnos.
-Me gusta tu estilo nuevo- le digo, dándole un mordisco a lo que queda de mí cono.
-Gracias, me gusta cambiar de vez en cuando- me responde, y mira a Ben.
-Leah es una de esas personas que vive cambiándose el color de pelo, lo hace cada vez que viene a la ciudad- me explica, y yo asiento, interesada en la conversación.
-Y...De qué color era antes de castaño?- le preguntó, y ambos se echan a reír.
-Mi peluquera, Ramona, estaba de viaje en el momento en el que me tocó ir al pueblo, y una novata tuvo que cambiarme el color. Luego de que Ramona vio lo que me hizo en la cabeza, la resigno a él puesto del mostrador.
-Que fue lo que te hizo?
A Ben le sale un poco de helado por la nariz, y yo algo una mueca de asco. Leah nos pide silencio, y me dice:
-Hizo que se me callara el pelo.
Ahora yo me aguanto la risa.
-Si, ríanse los dos. Es gracioso. Pero tuve que usar una peluca los siguientes seis meses en que espere a que me dejaran volver al pueblo, por qué me faltaban mechones en un pelo color naranja fluo!
Los tres nos echamos a reír, y la gente de las mesas a nuestro lado nos miran con susto.
Cuando se hace la tarde, ya nos encontramos de nuevo en los autos de regreso a la Casa.
Cuando pasamos por la peluquería a la que va Leah, noto que una chica de pelo corto nos ve mientras nos alejamos.
