¿Y los prometidos?

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En cuanto puse pie en el comedor fui recibida por varias miradas sorprendidas de familiares y "sobrenaturales". Hasta ese momento ninguno de los presentes parecía lucir más pálido de lo normal o tener ojos que parecieran extraños, menos veías orejas y pelo demás, solo parecían ligeramente más jóvenes de lo que imaginaba; me incliné levemente y corrí a los brazos de mi padre quien sobreprotector como era colocó un brazo sobre mi cintura, Pato se acomodó de mi lado izquierdo y se inclinó ante las personas presentándose con el título de cazador, de igual manera Gerardo saludó con respeto a ambas parejas y fue a buscar una copa de vino para él y Ali.

─Majo, te presento a los Montenegro Herradura, Ferrán y su esposa Adara ─comentó mi padre volviéndose a dos jóvenes de porte elegante y serio, el señor, lucía un traje gris con corbata negra, combinándola con unos zapatos cafés, tenía cabello y barba en un tono castaño oscuro, ojos verdes que hacían a juego con sus rasgos firmes y fuertes; su esposa parecía una modelo con su cabello pelirrojo y maquillaje impecable, y no se dijera más de su vestido verde que seguro había conseguido de algún diseñador famoso, me quedé embelesada, ambos eran guapísimos y no parecían llegar a los cuarenta años, era imposible que tuvieran un hijo de mi edad, saludé nerviosa y un tanto tímida; entonces mi padre se volvió hacia la segunda pareja.

─y aquí tenemos a los Antigua Cruz, Luis David y Amaya, que por lo que me comentaron, apenas llegaron de sus vacaciones en Cuba ─dijo mi padre. 

Ante mí se encontraban dos jóvenes de melena rubia y ojos grandes azulados, ambos eran pálidos, sí, pero lo normal; al igual que la primer pareja desbordaban elegancia, la joven usaba un vestido azul naval y su esposo usaba un traje oscuro en conjunto con ella, a diferencia de los primeros, estos lucían apenas en sus treinta lo cual me dejaba pensando si acaso mi segundo prometido sería apenas un niño y por ende aún le faltaba aprender cómo escribir bien algunas palabras, volví a saludar tendiendo mi mano a cada uno, sintiendo como si saludara a una estatua de hielo.

Al verlos a los ojos supe que en aquella mirada había algo más antiguo de lo que esperaba, eran como los elfos del señor de los anillos, jóvenes con la mirada de un siglo de conocimiento.

Entonces, todos nos sentamos en la mesa esperando a que la cena fuera servida, frente a mi estaba mi mejor amiga y a su lado el chico que se hacía llamar hechicero, de mi lado izquierdo Pato y del derecho mi hermana, en la cabecera estaban mis padres y junto a ellos se sentaron los desconocidos, en el lado contrario de la mesa había dos sillas vacías, esperando ser ocupada por mis dos candidatos quienes aún no daban ni las luces.

Mis padres comenzaron a hablar de nimiedades mientras yo analizaba a los extraños esperando por la parte rara de la situación... y llego. Cuando los meseros entraron con la comida, sentí que el alma se me cayó a los pies, carne cruda y mucha, pero mucha sangre en varios contenedores.

─esperemos les gusten, son de la mejor calidad ─comentó mi madre, me volví hacia ella viéndola sorprendida, ¿era real? Mi familia parecía tranquila con la situación, incluyendo a mi mejor amiga que parecía entretenida, ¿Qué acaso era la única asustada?

─Disculpa Josefina, pero ¿le explicaron a María José de la situación, verdad? ─comentó la mujer de cabellos rubios antes de dar un sorbo a su vaso de sangre.

─¡Oh! Claro que le expliqué, sólo que es un tanto testaruda y no lo quiso creer. No te preocupes mucho por ello, se adapta rápido al ambiente ─comentó doña Josefina, me volví a mi padre, que me sonrió bastante incomodo, era claro que él estaba en las mismas que yo, ¡Bendito Dios! Solté un suspiro y comencé a trozar la pechuga de pollo de mi plato, al menos no tendría que comer lo mismo que ellos ─por cierto, ¿dónde quedaron sus chicos? ─dijo mi madre.

El Pacto TequilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora