Majo.
Temblaba por el dolor, podía ver la sangre salir a borbotones manchando todo a su alrededor, no podía contener el llanto puesto que sabía que ya no habría escapatoria para mí; Ramiro Verdugo sonreía mientras le veía cubierto de escarlata, parecía extasiado con la situación, nuevamente se colocó frente a la mesa para encarar a sus seguidores.
—hijos míos, no desperdiciaré ni una sola parte de este cuerpo maldito... beberé su sangre, comeré su carne hasta haber absorbido al demonio que yace dentro de esta ramera pero para esto... debo primero extraer su fuente de vida: su corazón —bramó. Todos vitorearon, como si eso hubiesen estado esperando desde el principio, el hombre alzó el cuchillo con las dos manos, listo para atravesarme, cerré los ojos aceptando mi destino.
Escuché un estruendo y un gruñido, así como un alboroto general, confundida abrí los ojos no encontrando por ningún lado al líder de la secta o a Rosario, moví la cabeza desesperada tratando de ver que es lo que sucedía.
—¡detengan esta abominación de inmediato, Ramiro Verdugo, quedas bajo arresto! —escuché, a lo lejos, aquella voz sí que la reconocía, era Patricio. Se escucharon más pisadas que parecían rodear todo el lugar.
—¡Majo, ¿estás bien? —escuché de alguien más, los ojos se me empañaron, sentía mi corazón flotar, mi Ferrán también había llegado.
—algo, sigo viva —dije con la voz entrecortada. Me intenté levantar un poco preguntándome donde habían ido mis raptores, alcancé a verlos escondidos detrás de la mesa de piedra, él tomándose fuertemente una mano mientras Rosario le vendaba con un pedazo de tela para que dejase de sangrar, parecía que le habían disparado.
—todo estará bien mi señor, podemos detenerlos sólo de las órdenes —dijo la chica. El hombre asintió pidiéndole a ella que diera las instrucciones —¡protejan a sus señor como el nos ha protegido, asesinen a todo quien se interponga! —grito Rosario. No tuvo que decir más, se escucharon gritos, y comenzó la batalla.
—tenemos que llevarnos a la chica —dijo el hombre, intentando ver a su alrededor para saber que es lo que ocurría con su gente —haré un portal, distrae al enemigo si puedes mata al cazador y sus acompañantes, parece que son los que lideran la misión...
Rosario se levantó rápidamente, y se acercó a su otra mesita donde aún tenían herramientas suficientes para lastimar a alguien. ¡Oh no, eso sí que no! Sentí el coraje hervir en mi sangre, nadie lastimaría a la gente que quería, con una fuerza que emergió de la nada logré romper una de las cadenas que me mantenían atada permitiéndome levantarme para encarar a una confundida Rosario, por fin parecía que mi trasformación se estaba completando.
—pero se supone no podrías... tu sello debería estar débil —dijo retrocediendo un poco.
—¡ah perdón! Se me olvidó comentarles, pero se podría decir que ya soy mujer lobo —dije con una sonrisilla mientras rompía el otro grillete, quedando por fin libre.
Rosario se llenó de rabia y sin pensarlo mucho, intento apuñalarme con un cuchillo mucho más pequeño que con el que habían comenzado la tortura, este efectivamente se había clavado en mi brazo pero a pesar del dolor, decidí sacarlo y aventarlo al suelo, viendo como la herida comenzaba a sanar al igual que las que había hecho el intento de sacerdote.
Baje de la mesa, para enfrentar a mi examiga la cual no dudo en atezarme un golpe, parecía que aún cargaba con aquella fuerza sobrehumana, por lo que me cubrí, sin pensarlo mucho contraataque, dejando mis uñas marcadas por todo su rostro, ella se cubrió, gritando de dolor. Sonreí levemente, mínimo había tenido mi venganza.
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El Pacto Tequila
WilkołakiHay pactos que se cierran con sangre, otros con mucho tequila. María José Cuervo Aguirre es una chica decidida y romántica, quién está por comenzar el viaje de sus sueños junto a su mejor amiga, sin embargo, este se ve interrumpido por una hórrida n...