Una noche muy fresca

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Observaba orgullosa lo que se alzaba frente a mí, si el paraíso existía, estaba segura que debía lucir así; papas fritas, palomitas, dulces, pizza, quesadillas, chocolate caliente, una buena botella de vodka y un gran fuerte de sabanas y almohadas que cubrían la sala entera para protegernos de las miradas inquisitivas de los hombres que poco podían entender lo sensacional de una buena noche de películas.

─muy buen trabajo señorita ─dijo Alfredo quien se paraba al lado mío.

─pero fue gracias a ti que luce tan fenomenal ─agregué. El hombre sonrió con calidez y sin pensarlo lo abracé, le tenía gran cariño y agradecía infinitamente al universo que lo hubiera puesto en mi camino, era mi segunda figura paterna, un gran amigo y consejero.

─es perfecto, te aseguro que no he llorado solo porque tengo que terminar dos pequeños trabajos antes de que lleguen nuestras queridas invitadas ─comento Ali quien cargaba con una tableta desde que había sido nombrada organizadora de la boda del siglo, sin embargo, no pudo siquiera observar la lista de tarea sin que apareciera un Gerardo bastante confundido.

─sus visitas llegaron ─explayo, se escuchó una sonora carcajada y ecos de una conversación sin parar –bueno se hubieran dado cuenta sin la necesidad de mi aviso...

Ali y yo sonreímos, esas eran nuestras amigas. Las preocupaciones quedaban en el olvido, corrimos a la entrada para encontrarnos con que ambas chicas habían traído el equipaje suficiente para una semana entera, detrás de nosotros venía Alfredo a recibir a otras dos locas que quería demasiado.

─¿Qué se trajeron al novio escondido o alguna herramienta de tortura? ─pregunte.

─¡¿cómo supiste?! Pensé que no se darían cuenta, Andrés no quería dejarme venir sola ─agregó con sarcasmo Sofía.

─yo traje mis instrumentos médicos para atormentar a tus prometidos, pero hablando de... ¿dónde están? Después de verlos aquel día en el café nos quedamos con ganas de decirte si valían la pena o no ─añadió Ale.

─por ahí dormidos, o haciendo quien sepa que... lo cierto es que casi no he convivido con ellos; es un tanto difícil por horarios y otras diferencias ─dije. Las dos chicas se observaron intentando descifrar a que iba aquel comentario, sin embargo, no pude explicar más; era la hora de la comida y Gerardo quien se había emocionado como nosotras había preparado un festín, era claro que él era el único que podía invadir nuestro pequeño reino.

Así pasamos a uno de los comedores donde disfrutamos de una variedad gourmet de comida japonesa en la que tuve la oportunidad de explicarles poco a poco la verdadera situación. En un principio, como era lógico, ambas chicas rieron y me siguieron la corriente regalándome guiños y comentarios sarcásticos hasta que casi se terminan ahogando con sushi gracias a la pequeña muestra de magia de nuestro querido hechicero; el último parecía divertido con la situación. Después de ello surgieron miles de preguntas, las cuales se resolvieron poco a poco, se cambió de tema, se volvió a él, dimos unas vueltas por el lugar y finalmente terminamos en pijamas tiradas en nuestro fuerte comiendo palomitas y viendo una de las películas de ley: Orgullo y prejuicio.

Un vaso de vodka, el excelente sabor de la pizza casera, gritillos de emoción, repetición de los diálogos; no podía pedir nada más.

─así se debe de conquistar a una mujer ─soltó el hechicero mientras le brillaban los ojos.

─¡exacto! ─agregamos todas, la película estaba a punto de acabar y aquello indicaba que era hora para los juegos, nuestra primera opción, verdad o reto. Sabía que era el objetivo de asedio.

─¿quién te parece guapo? ─preguntó Sofía y mi querida Ale agregó – pero tienes que decirnos quien está guapo y quién está bueno –terminaron. Sabía que el rubor en mi rostro me delataría.

El Pacto TequilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora