Revelación

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Majo.

— ¿crees que no sé? ¿qué soy una estúpida? —empezó, no sin antes darme una buena patada en la espalda, me giré, intentando levantarme, intentando ver a Rosario.

— ¿crees que no sé qué te estás vendiendo cual prostituta a unos demonios? ¿a cuál ya te cogiste? ¿o no me digas que ya fueron los dos? —dijo lanzando otra patada ahora a mi estómago, me cubrí con mis manos, pero ella siguió pateando con la furia de los dioses por donde tuviera oportunidad. Sentía mi cara escocer, tenía ya un hueso del brazo roto, sin embargo, tenía que luchar, pero era como si algo más fuerte me impidiera levantarme, dejándome en aquella posición tan vulnerable.

—mezclarnos con esos seres infernales es lo peor que has hecho María José Cuervo... tu linaje está maldito y debería de ser erradicado... ¡sí! Como sacrificio para limpiar nuestras impurezas ante Dios, ¡Así seremos libres! —añadió al inclinarse y ver que ya corría un hilillo de sangre de mi nariz. Volvió a reír cual loca y al verme con lagrimas de dolor volvió a tomar mi cabeza y estamparla en el suelo, provocando que se nublara mi vista. Sentía ganas de vomitar, me estaba desfalleciendo, ella se paró y alzó sus manos clamando gloria —te llevare con él... con mi mesías. Él te torturara, vaciara tu sucia y arruinada sangre, quemará tu cuerpo y destruirá tus huesos... el librara al mundo de este pecado...

Una energía abrumadora me invadió, permitiéndome tomar el tobillo de la chica para así, halarla y hacer que cayera. Me levanté lentamente y a pesar de que sentía que no podía pelear, me coloqué en posición de defensa. La fuerza con la que Rosario me había estado golpeando no había sido natural, y aquello que me había hecho ponerme de pie, tampoco.

La chica, frente a mí con una rapidez fuera de lo común, terminó lanzándome un golpe directo a la cara, el cual pude detener con la mano que seguía bien. Aprete fuertemente, haciendo que la chica gritara, y terminara hincada frente a mí.

—no sé que tienes Rosario, si esto es por lo que sucedió la otra vez... no es mí culpa, podemos hablarlo —dije, en un vano intento de detener el altercado. Ella a pesar del dolor visible, soltó una risa.

— ¡Claro que no es tu culpa, idiota! Mi plan fallo porque no esperaba que tu pinche maldición surgiera para lastimar a mi gente —dijo. ¿Qué? ¿Lo sucedido fuera del antro había sido su culpa? Aprete con mayor fuerza, haciendo que la chica se retortijara una vez más de dolor, aquello resolvía muchas dudas que tenían mis amigos. Sin embargo, esa pequeña distracción le dio oportunidad a Rosario para levantarse y atestarme otro golpe en la cara, permitiendo que la soltara.

—nos veremos nuevamente, cuando tenga la oportunidad de tajarte en pedazos —dijo esfumándose frente a mí. Me tapé la nariz, sintiendo como salía sangre a chorros, me agaché lentamente a recoger las cosas que aún yacían en el suelo y tras abrir el coche, busqué papel para detener el sangrado. No había más que hacer que regresar a mi casa y explicar la situación para saber que haríamos. Bufé y molesta pateé la llanta, dejando una pequeña abolladura en el el rin, una vez que maldije internamente metí mi café, mis churros y prendí el motor para así dirigirme a la salida del estacionamiento.

...

No me atrevía a timbrar para entrar a mi propia casa, sabía que en cuanto Ferrán me viera, comenzaría el regaño. Para disimular, intenté cubrir el ojo inflamado al ponerme unos lentes de sol, y como pude subí la cremallera de la chaqueta que traía para cubrir la sangre de la blusa blanca que usaba, seguía con dos pedacitos de papel en la nariz y limpié como pude la herida de la cabeza, estaba llena de aceite y tierra y me costaba recargar una pierna sobre el cemento, mi pelo estaba alborotado, era imposible no averiguar que había sucedido. Paso una vecina con sus cinco perros y me observo como un bicho raro. No había de otra, timbre y tras abrirse la puerta me encontré con la persona que menos quería, el chico parecía distraído por algo que traía en manos.

El Pacto TequilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora