Odio, sangre, perdida.
El intenso aroma a sangre inundaba las fosas nasales del hermano, un aroma metálico que nublaba sus sentidos, la cabeza le dolía y el estómago se le había hecho un nudo. Pero por más que el malestar agonizante consumiera cada nervio de su cuerpo no podía dejar de correr. La adrenalina estaba ahí, por más que la enorme y profunda herida de su costado no dejara de sangrar y punzar él no podía detenerse.
No debía.
La muerte lo estaba buscando, acechándolo con cautela y deseando cobrarse una enorme deuda, una deuda que llevaba siendo registrada desde el día de su nacimiento. Él era una presa indefensa y la bestia sedienta de sangre estaba en su propio territorio; El hermano sabía que de querer hacerlo ya habría terminado con él, ya habría atravesado su estómago y terminado con su vida, pero no lo haría, se estaba divirtiendo con él, jugando con su instinto de supervivencia y falsas esperanzas. ¿En verdad creía que alguien llegaría a salvarlo? No estaba seguro, sabía que no pasaría pero... En su interior no dejaba de lado aquella posibilidad. Quizás el dueño de la bodega olvido algo en la oficina y tendría que volver por él, quizás ya estaba afuera, buscando la llave para entrar y salvarlo de aquel horror, quizás...
Escucho un ruido, algo se había movido. Se giró rápidamente intentado mirar a todos los lados posibles, pero estaba oscuro y todos aquellos estantes y gabinetes no hacían más que jugar con su cansada cabeza. Se comenzaba a marear—Y no era para menos, la herida en su costado chorreaba sangre a borbotones— ¿Cuánto tiempo más podría soportar? No había que ser un genio para saber que su final estaba cerca, incluso si aquel demonio no lo asesinaba en ese instante, terminaría muriendo por la pérdida de sangre, o tal vez su corazón se detuviera por el pánico que se colaba por sus huesos. ¿Así iba a morir?
Dolor.
Culpa.
Odio.
Se odiaba así mismo. ¿Por qué no lo había visto? Debió darse cuenta, debió notarlo, escuchar las advertencias y ver las señales. De tan solo no haber sido tan ciego no se encontraría en donde estaba. Debió haberlo aceptado, él había creado a aquel monstruo, él lo había alimentado y ahora cosechaba el fruto de su esfuerzo. Ahí estaba, listo para atacar y cobrarse su vida así como se había cobrado la de muchos otros que ahora yacían sin vida por su culpa. Por su maldita culpa y egoísmo todas aquellas almas habían sido consumidas.
Volvió a escuchar algo.
El sacudir de cadenas, el arrastrar de unas pisadas.
Una risa que le helo la sangre.
Siguió caminando, mirando hacia todos lados, intentando acostumbrar su vista a la oscuridad, intentando buscar algo con que defenderse. Pero no había nada, aquella bestia lo sabía y se divertida observando la agonía del muchacho, escuchando sus jadeos y viendo las lágrimas escurrir de sus mejillas. El hermano gimió, apretando aún más su mano contra la herida, suplicando que la hemorragia parara, suplicando más tiempo para poder escapar de ahí y salvar su patética y miserable vida.
El tacto agresivo de unas frías manos lo sacudió, tomándolo del cuello y la cabeza con fuerza. Los ojos verdes del hermano se abrieron presas del miedo y un grito desgarrador escapo de su garganta. ¿Así acabara mi vida?; Se preguntó con pesar, pero antes de siquiera poder responderse, aquellas manos azotaron su cabeza contra la pared, el golpe seco hizo vibrar las paredes, los rostros desfigurados de los cadáveres parecían gritar en busca de clemencia.
El cuerpo del hermano cayó al piso, el dolor no solo nublo su mente sino que también su vista. Solo podía escuchar, escuchar aquella risa y cuando por fin pudo abrir los ojos, lo vio ahí.
La mirada llena de ira y locura acompañada de una cálida sonrisa.
La muerte lo estaba esperando, de eso no había duda, solo pudo confirmar sus sospechas al ver el revolver en manos de la bestia sedienta de venganza.
Recargo el revólver, y el hermano cerró los ojos esperando su inminente final.
De tan solo haberlo notado, de tan solo haber ayudado...
El sonido del disparo resonó por todo el lugar, la sangre salió volando al entrar la bala por la carne del hermano y por la mente de la bestia solo vino una sola y pequeña frase...
Érase una vez...
º
La historia fue reescrita y corregida.
K_Kiran
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Jeimy
Teen FictionLas madres tienen un sexto sentido, ellas pueden decir si sus hijos mienten, sufren o disfrutan. Nadie duda de las capacidades de una madre. Roxanne siente que su hijo no esta bien, algo dentro de ella le grita que su hijo es peligroso... Esta asust...