Jeimy observaba bien atento a su hermano. Le gustaba verlo de vez en cuando puesto que siempre parecía estar contento y eso le causaba una gran intriga al menor de los Allen. Ese día en específico miraba por la ventana de su habitación hacia el patio trasero, donde su hermano jugueteaba con un balón de futbol que su madre le había regalado por sus buenas calificaciones.
No era de extrañar, Taylor siempre recibía reconocimientos por aprovechamiento, Jeimy los recibía de vez en cuando... Al principio le eran inclusive, solo eran pedazos de papel con tu nombre en ellos, no era nada del otro mundo. A los siete años fue cuando noto que esos trozos de papel eran algo importantes, o al menos lo eran para su madre, cosa que le parecía tonta hasta cierto punto, pero bueno, él quería que su madre le hiciera el mismo festejo que hacia cada que Taylor conseguía uno, que le sonriera orgullosa y acariciase su cabello.
Taylor tropezó en el pasto y callo de cara.
Jeimy contuvo una sonrisa de satisfacción.
Ahora simplemente ya le daba igual, paso seis años esforzándose de sobre manera para conseguir esos dichosos papeles que no le dieron nada, solo una sonrisa y una felicitación a secas. Su padre siempre le felicitaba, lo cargaba y salían juntos a cualquier lado, incluso si no recibía ningún mugroso papel; Pero su madre estaba ocupada mimando a Taylor como de costumbre. Incluso ahora, ella estaba preparando galletas para Taylor, para Jeimy no pues él estaba castigado y no podía salir de su habitación: No le molestaba, ciertamente le encantaba estar en su habitación, a pesar de que las paredes estaban pintadas de color azul celeste —Color que no le gustaba en absoluto— y el cuarto estaba casi vacío. Para él era suficiente con sus estantes de libros, se podía sentar en su escritorio a leer por horas.
Aprendía mejor por su cuenta.
Se había propuesto leer unos libros de matemáticas algo avanzadas para su edad y con un poco de empeño logro aprender a resolver aquellos problemas. Él era su mejor mentor, los maestros a veces le parecían tontos, le daban demasiadas vueltas al asunto en vez de solo dar la explicación.
El disfrutaba aprender sin tanto parloteo, ir al grano.
Abrió un libro cualquiera, realmente no presto atención, su padre le regalaba libros variados y a veces los tomaba sin ver de qué trataban para sorprenderse a sí mismo. Con sus ojos recorrió las páginas llenas de letras, pero algo lo hizo volver a mirar a la ventana, Taylor lo estaba mirando. Jeimy frunció el ceño y Taylor le sonrió desde abajo y saludo con un movimiento de mano.
- ¡Jeimy! - Grito Taylor a lo que su hermano no contesto. - ¡Ven a jugar! ¡Mama dijo que si querías podías salir!
Jeimy se quedó mirando a su hermano unos segundos, observo los ojos verdes, la piel levemente bronceada y cubierta de una mezcla de tierra y sudor, incluso la camiseta gris se veía más oscura en algunas partes por la humedad. Sin duda era asqueroso. Hizo una mueca de disgusto.
Taylor volvió a gritar un par de cosas más, a las que Jeimy no presto atención en absoluto, no sabía porque, solamente no quería ver a su hermano. Se levantó de la silla de su escritorio y en un movimiento rápido cerro la persiana, Taylor quedo confundido ante la acción de su hermano menor.
- ¡¿Significa que no vas a jugar!?- Pregunto ahora a la ventana cubierta y como esperaba no hubo respuesta.
Era la hora del almuerzo en el colegio; Jeimy no tenía hambre por lo que prefirió sacar un cuadernillo y ponerse a dibujar, era bastante bueno en ello, muchas veces su profesora le había dicho que dibujaba mejor que muchos artistas contemporáneos a lo que Jeimy se sentía sumamente alagado. A su mama no le gustaba verlo dibujando, la mayoría sabía que su madre era un artista bastante bueno puesto que habían expuesto su obra un par de veces. Cuando le preguntaban a Jeimy si su madre le había enseñado a dibujar, el respondía con un corto sí que no era más que una mentira, él había aprendido solo, así como la mayoría de cosas que sabía hacer; Aprendió a atarse los cordones, andar en bicicleta y un sinfín de cosas más; Eran sus proyectos secretos.
-Hola- Jeimy aparto la vista de su dibujo para mirar el cabello rubio de su hermano mayor- ¿Qué dibujas?- Pregunto mientras fisgoneaba el trazo.
-Creí que no vendrías- Respondió mientras cerraba el cuadernillo, Taylor rio ante la forma en la que su hermanito había evitado su pregunta.
-Siempre almorzamos juntos Jeimy- Menciono con un leve puchero, Jeimy sonrió de lado.
-Últimamente ya no estás conmigo...Estas con tus amigos del otro lado de la cafetería- Apunto con la barbilla. Taylor los miro y no pudo evitar sentir una punzada de culpabilidad en el pecho.
-Bueno... es que- Titubeo intentando buscar alguna excusa que no sonara tonta o rebuscada.
-No tienes que darme explicaciones- Dijo el menor con una voz neutral- Si quieres estar con ellos está bien, puedo cuidarme solo- Taylor le dio abrazo.
- ¡Eres el mejor hermano del mundo Jeimy!- El mencionado miro confundido al rubio.
¿Lo era? No estaba seguro de ello.
Solo sabía que quería que Taylor estuviera contento, y se veía muy feliz con sus amigos... Aunque ya no almorzarán todos los días juntos como acostumbraban, para Jeimy estaba bien. Jeimy no era muy sociable, por lo que comer con su hermano lo hacía sentir menos solo. Pero bueno ¿Quién era el para prohibirle tener amigos a su hermano mayor?
Exacto; No era nadie.
- Prometo almorzar contigo tres veces a la semana ¿Hecho? - Le extendió la mano, Jeimy la estrecho sin mucha emoción y posteriormente rieron por ello- No voy a dejarte solo- Jeimy asintió con una sonrisa en sus labios, y por ese segundo, le creyó.
Y al principio fue así.
Pero conforme avanzaron las semanas, Taylor comenzó a ausentarse cada vez más. Jeimy siempre estaba en la misma banquilla, esperando a que su hermano llegara y como dijo, aparecía tres veces por semana... después dos... luego de vez en vez hasta que un día simplemente no volvió.
Jeimy intento no darle mucha importancia, lo veía de lejos con sus amigos y si Taylor estaba feliz, él también lo estaría.
Y sin querer una fisura surgió entre los dos hermanos.
º
K_Kiran
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Jeimy
Teen FictionLas madres tienen un sexto sentido, ellas pueden decir si sus hijos mienten, sufren o disfrutan. Nadie duda de las capacidades de una madre. Roxanne siente que su hijo no esta bien, algo dentro de ella le grita que su hijo es peligroso... Esta asust...