La línea trazada en el papel era temblorosa, la firmeza de sus usuales trazos se había ido. La punta del lápiz volvió a posarse en aquella blanca hoja, intentando hacer una curva limpia, pero nuevamente el dolor en su muñeca hizo que sus dedos se movieran, creando un largo trazo hacia abajo. La exasperación hizo que con su mano sana arrancara la hoja y la rompiera en mil pedazos llenos de ira y frustración.
Gritó y se levanto violentamente de su silla, arrojando al piso todo lo que había en su escritorio, la lampara callo al piso haciendo que el bombillo se estrellara y finalmente se rompiera. El portalápiz calló, chocando con el metálico recipiente para la basura haciendo estruendosos sonidos y regando su contenido por el suelo. Hojas volando y gruñidos coléricos inundaron la habitación hasta que su muñeca ardió y punzó dolorosamente evitando que su explosión de rabia fluyera. Su mano izquierda cubrió su rostro, con los ojos bien abiertos y casi saltados, así como la mandíbula apretada con una descomunal fuerza que, de haber estado mordiendo un dedo, lo habría arrancado.
Finalmente, un doloroso aullido de pena brotó de su pecho.
Se dejo caer, recargando su espalda en el somier de su cama. Aun cubriéndose el rostro apegó sus rodillas a su pecho. Estaba acabado, había perdido aquello que daba sentido a su irrelevante existencia y la desdicha de su corazón era brutalmente segadora.
Habían pasado tres semanas desde que tenia el yeso y seguía sin ser capaz de sostener el lápiz, ni hablar de dibujar. Necesitaba algo, al menos una sola cosa que le diera esperanza y deseos de seguir adelante. Faltaba poco, debía aguantar un poco más, pronto se iría y la ansiada libertad finalmente seria saboreada. Pero muy en el fondo sabía que no podía más, rendirse era algo casi idílico en esos momentos, que el dolor cesará y la rabia desapareciera. Necesitaba un poco de paz, dejar de sufrir, aunque fuese solo unos instantes, no pedía más que eso.
Finalmente se puso de pie, sin capacidad de alzar la mirada. Aun así, contemplo lo que había hecho y supo que ya era demasiado tarde para él. Fue al baño donde miró su rostro algunos segundos, sus ojos cansados y aspecto demacrado. Suspiró y acomodo un poco su cabello para después intentar sonreírse, intentar aparentar que todo estaba bien. Se lavo el rostro con agua fría y tras darse una ultima sonrisa que pareció un poco mas convincente salió de su habitación, dejando aquel desastre que usualmente habría tenido la necesidad de arreglar. Bajó con prisa las escaleras y evitando a toda costa toparse con las indeseables personas que habitaban su mismo entorno, logró salir de casa. Caminó serenamente, disfrutando del fresco viento chocar con su rostro, así como detestando el usual bullicio de las calles por la tarde. No podía permitirse un colapso, no por ese momento.
Tenía cosas que hacer y asuntos que terminar.
Era un día como cualquier otro en la preparatoria. Los jóvenes parecían mas animados que de costumbre gracias a que el termino de clases estaba cada vez mas cerca. Darcy buscaba a Taylor, últimamente apenas y había podido verlo, entendía que su chico debía estar mas que ocupado debido a los entrenamientos y exámenes finales, mas sin embargo no comprendía el por que no la buscaba, ni siquiera salían los fines de semana o la llevaba a casa como acostumbraban, quería estar con él la mayor cantidad de tiempo posible, pues apenas fueran a la universidad, sabía que la probabilidad de quedar juntos era casi nula.
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Jeimy
Teen FictionLas madres tienen un sexto sentido, ellas pueden decir si sus hijos mienten, sufren o disfrutan. Nadie duda de las capacidades de una madre. Roxanne siente que su hijo no esta bien, algo dentro de ella le grita que su hijo es peligroso... Esta asust...