Pequeñas gotas de lluvia caían del cielo plomizo aquella tarde. La ciudad parecía teñida de un crepuscular gris que podía afligir el corazón de cualquiera que contemplase la escena detenidamente. Los vendavales ululaban de forma sombría y la madera de las casas chirriaba, generando una tétrica atmósfera, como de cuento de horror. Por suerte, el hogar de los Allen se iluminaba con las cálidas luces en su interior, como negándose a ser tragada por la deprimente aura general.
Dos niños se asomaban por el barandal del piso superior, alzándose de puntillas para ver la estancia. Al notar que su esfuerzo era infructífero, el pequeño de rubios cabellos se ofreció para cargar a su hermanito, este acepto. Cuando estuvo encima de los hombros de su hermano y tuvo una vista completa del piso de abajo, diviso a su padre el cual cargaba algunas maletas y las dejaba en la puerta de entrada. La delgada figura de su madre se acercó tras él, colocando suavemente su mano en el hombro de Joe Allen, diciéndole cosas que los pequeños no podían escuchar.
-Vas a tirarme...- Murmuro algo preocupado el más pequeño.
-No voy a hacerlo... Confía en mí. – Su vocecita salió algo forzada por el esfuerzo que conllevaba el cargar a su hermano por encima de él. Jeimy no dijo otra cosa, siguió mirando hasta que el llamado de la profunda voz de su padre los perturbo, haciendo que Taylor trastabillara y Jeimy chillara asustado ante la "Turbulencia" Por suerte no cayeron. Bajo con cuidado a su hermano, el cual se veía francamente aterrorizado. – Te dije que no lo haría. Vamos. – Le tendió la mano para ayudarlo a incorporarse. Jeimy aceptó la ayuda sin dudar ni un segundo, aun intentando calmar el palpitar de su pequeño corazón.
Los dos niños bajaron por las escaleras al encuentro con su padre, el cual estaba por salir de viaje debido a su trabajo. Jeimy se abrazo a las piernas de su padre, ocultando su rostro lloroso en la tela del pantalón. Su padre lo alzo en brazos y le limpio un pequeño surco de lágrimas.
- ¿Qué pasa, gatito? – Le preguntó dulcemente, llamándole con ese apodo que, a pesar de disgustarle, no emitía queja alguna. Había llegado a disfrutar que su padre lo llamase así.
-No quiero que te vayas...- Murmuro, con las mejillas teñidas de rojo y los labios haciendo un mohín. Joe le despeino el negro cabello que le enmarcaba el pálido rostro a su hijo menor con una sonrisa dulce en su rostro.
-Tampoco quiero irme, pero volveré pronto. ¿Está bien? Solo serán dos semanas. – El niño volvió a apegarse a su padre.
- ¡No quiero! – Joe rió.
- Cuando regrese, te traeré una sorpresa. ¿Qué te parece? – Jeimy siguió negando. – Prometo que te leeré dos cuentos por noche. – Los ojitos verdes de su hijo emergieron lentamente, cristalinos y al borde del llanto. - ¿Te gusta la idea? – Asintió cabizbajo. Joe puso al pequeño de vuelta en el suelo. – Taylor cuidara bien de ti. ¿No es asi?
- ¡Si! ¡No dejare que los monstruos molesten a mi hermanito por las noches! – Exclamó bastante seguro de sí mismo. - ¡Ya no va a mojar la cama! ¡Lo prometo!
- ¡Taylor! – Chillo Jeimy con las mejillas encendidas.
- ¿Qué? Todos sabemos que lo haces... - Una carcajada por parte de su padre los hizo dejar de hablar y lo miraron extrañados.
- Joe, ya tienes que irte...- Dijo Roxanne saliendo de la cocina y dándole un cariñoso beso en los labios. Jeimy desvió la mirada sintiéndose bastante incómodo. El hombre suspiro, sabiendo que era importante que se marchara. Extrañaría a sus hijos, a su esposa... Algo dentro suyo le pedía cancelar el vuelo y quedarse, pero no podía hacer aquello. Tomo sus dos maletas y camino a la puerta.
- Sean buenos. Volveré pronto, lo prometo.
Ambos hermanos vieron a su padre marcharse. Corriendo a la ventana para ver al auto alejarse poco a poco, hasta simplemente perderlo de vista.
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Jeimy
Teen FictionLas madres tienen un sexto sentido, ellas pueden decir si sus hijos mienten, sufren o disfrutan. Nadie duda de las capacidades de una madre. Roxanne siente que su hijo no esta bien, algo dentro de ella le grita que su hijo es peligroso... Esta asust...