La figura alta y oscura resaltaba ante la blanca pulcritud del supermercado.
Apenas y había personas en los pasillos del lugar, no era para menos, eran las siete de la mañana y Jeimy había llegado hacia unos minutos. Con una canastilla de metal plateado recorría el pasillo de comida congelada, le gustaba la sensación de abrir un frigorífico y que una oleada de aire helado lo golpeara sin previo aviso.
Miraba con interés los paquetes plásticos con langostinos frescos, los tomaba de la pila de hielo y analizaba la fecha de caducidad y el precio, se decidió por la que, según él, lucia más fresca y la coloco en la canastilla junto a un frasco pequeño de tapa azul, donde en la pequeña etiqueta se lee —justo debajo del nombre de la marca— "Hueva de trucha" También lleva lo que parece ser un paquete de tocino, cebolleta y un ramillete de lo que parece ser perejil.
Intenta solo comprar lo que dicta su lista mental pero conforme recorre el lugar va recordando poco a poco cosas que hacen falta en casa. Termina sustituyendo la canastilla por un carrito. Lleva huevos, harina, varios paquetes que no se pueden identificar de lejos. Jeimy se toma su tiempo, revisa las etiquetas, compara marcas y precios. Es extraño verlo tan relajado, como un pez en el agua, quizá le gusta tanto hacer las compras por que mientras lo hace puede vaciar su mente: No hay ningún pensamiento, solo lo que quiere comprar.
Cuando va a la caja a pagar sus productos se topa con un chico de su edad, el rostro es blanco pero está lleno de cicatrices por el acné. Ninguno de los dos lo nota, pero ambos mantienen una rígida y fría expresión en la cara, ninguno quiere que el encuentro dure más de lo debido. Sale del supermercado con varias pesadas bolsas de plástico— Había olvidado las bolsas de tela que solía usar— Eran pesadas por supuesto, pero camino recto, intentaba aparentar que aquellas bolsas no estaban más que rellenas de plumas.
Debía caminar hasta la parada del autobús y con suerte quizá hubiera alguno pasando justo al momento que el llegara. Por más que quería llegar pronto a casa y descargar, le quedaba muy en claro que también deseaba no hacerlo: Ese día el señor Charles Kein llegaría a tiempo para cenar.
Nos comerá vivos; Se decía Jeimy con cierto aire sarcástico.
No tenía inconvenientes en preparar la cena, de hecho, le había parecido un buen negocio pues su madre le había dado un presupuesto de novecientos dólares para comprar los ingredientes de ese día. Le había dado risa que la mujer le había deslizado por debajo de la puerta el sobre con el dinero: Debía cubrir la parte de debajo de su puerta.
Debía cocinar y servir, ese no era el problema, el problema era tener que sentarse en la misma mesa que aquel viejo de setenta años aproximadamente. La gente mayor le gustaba, siempre fue alguien que por alguna razón se llevó mejor con la gente más grande que con los chicos de su edad; Pero aunque le gustase la gente mayor, no le gustaba para nada el señor Charles y sabía que al señor Charles no le agrada ni el, ni su hermano y mucho menos su padre.
Sería un mal día. Algo se lo decía.
Era una corazonada.
Y lamentablemente sus corazonadas nunca fallaban.
*
El plato de cerámica blanca fue colocado frente a Roxanne, ella no miro el plato, así como tampoco a la persona que lo colocaba con cuidado sobre el mantel; El plato tenía simples huevos revueltos que de alguna extraña manera parecían un vomitivo licuado.
-¿Jeimy no hizo el desayuno?- Taylor se encogió en su lugar. Roxanne no espero respuesta, bajo el periódico y lo dejo a un costado de la mesa mirando con el ceño serio a su hijo mayor.
-No, salió temprano por la mañana- Respondió Taylor mientras daba un sorbo a su taza de café.
-Entonces... ¿Se fue sin hacer su labor?
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Jeimy
Teen FictionLas madres tienen un sexto sentido, ellas pueden decir si sus hijos mienten, sufren o disfrutan. Nadie duda de las capacidades de una madre. Roxanne siente que su hijo no esta bien, algo dentro de ella le grita que su hijo es peligroso... Esta asust...