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Aún no comprendo qué me atrajo de él lo suficiente como para aceptar su oferta de dar un paseo

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Aún no comprendo qué me atrajo de él lo suficiente como para aceptar su oferta de dar un paseo. Quizás me veía a mí misma reflejada en él, desde luego aquel carácter volátil me tenía hechizada.

—¿Con quién te vas a casar?¿Ubbe? ¿Hvitserk?— preguntó mientras seguía caminando, me esforcé por mantener un paso más lento al que solía usar, al ver en sus ojos el dolor.

—Todavía no he conocido a todos.— me chocó un poco que no se incluyese entre los candidatos, pero preferí no resaltarlo.— Aún no he visto a Bjorn ni a Sigurd.

—¿Sigurd?— asentí ante su perplejidad.— ¿No sabes nada sobre nosotros?

—Me contaron que Ragnar tenía cinco hijos.— no tenía más información que eso y sus nombres.

—Tenía. Sigurd está muerto.— abrí la boca sorprendida, ya había perdido otro pretendiente.— Yo lo maté.

—¿Por qué?— pregunté antes de juzgarle y empezar a pedir a los dioses que le hicieran sufrir

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—¿Por qué?— pregunté antes de juzgarle y empezar a pedir a los dioses que le hicieran sufrir.

—¿Por qué?— repitió mi pregunta extrañado, como si fuese la primera vez que alguien se la hacía

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—¿Por qué?— repitió mi pregunta extrañado, como si fuese la primera vez que alguien se la hacía.— Sigurd no paraba de humillarme públicamente e insultarme. Con un hacha clavada, no lo hizo más.

Preferí guardar silencio otra vez, puede que no fuese lo más correcto, pero era consciente de que yo habría hecho lo mismo.

—Las princesas primero.— señaló una especie de carro pequeño atado a dos caballos.

Me recordó a aquellas cuadrigas que usaban los romanos, aquellas sobre las que no debería haber leído. No debería ni saber leer, pero uno de los esclavos que mi padre trajo a casa resultó ser un monje y me enseñó a leer y a escribir en distintos idiomas.

—¿Tienes miedo?— reí y subí al vehículo, él se colocó detrás y dejó la muleta frente a mí.— Intrépida.— comentó al tiempo que tomaba las riendas.

—Falta de juicio, más bien.— dije sonriendo al notar cómo aquella cosa con ruedas empezaba a moverse a más y más velocidad.—¡Nos dirigimos al bosque!— chillé al ver tantos árboles juntos.

—¡Lo sé!— gritó en respuesta. Estaba claramente feliz, se sentía realmente vivo.

Sorteamos los árboles de milagro, Ivar debía conocer bien el camino porque iba a una velocidad considerable.

—¿Qué es este lugar?— pregunté ahora que habíamos llegado a una especie de cabaña.

—La casa de un amigo, Floki se ha marchado un tiempo y ahora está vacía.— alzó las cejas al unísono y después las hizo bajar.

—Aún no he tomado la decisión.— gruñí ofendida.

—¡No es por eso!— tomó su muleta y fue hasta la puerta.—¿Es que no ves el cielo?

Efectivamente, una tormenta monumental se acercaba y venía bien cargada para quedarse.

Me acerqué a donde él estaba, pero cuando hice el amago de entrar, Ivar me detuvo.

—Tendrás que disculparte antes.— ¿pretendía que pidiese perdón por ser desconfiada? ¿Tanto se había molestado?

—Eso no va a ocurrir.— claramente no me conocía.

Las gotas empezaron a caer con más fuerza, la llovizna se había convertido en una auténtica tormenta nórdica.

—Pues adelante, no entres.— se me quedó mirando con una sonrisa socarrona.

—Iré a disfrutar del milagro de Thor.— contesté hundiendo los pies en el barro y abriendo los brazos para dejar que el agua calase en todo mi cuerpo.

— contesté hundiendo los pies en el barro y abriendo los brazos para dejar que el agua calase en todo mi cuerpo

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—Increíble.

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