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—¡Tierra!— gritó Ivar con la voz ronca y casi rota

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—¡Tierra!— gritó Ivar con la voz ronca y casi rota.

Gritamos para celebrarlo con nuestro último aliento. Solamente al apretar los puños en el aire, noté el dolor de la llagas en las palmas de mis manos.

—Ha sido horrible.— el calor era sofocante. Había estado en expediciones duras, pero no tanto.— ¿Te encuentras bien Leif?— le encontré algo mareado, pero él asintió con la cabeza.
Me había dado tiempo a conocer a toda la tripulación, por ejemplo, él era Leif Eriksson, hijo de Erik Thorvaldsson o Erik el rojo.

Unos minutos después el barco llegó a la orilla.

—Helluland...— susurró Leif, Ivar asintió sonriente «tierra de piedras planas» era un buen nombre ya que en eso consistía el paisaje.

Era un milagro que hubiésemos llegado, unos años después del asentamiento de su padre en Greenland, Leif se había basado en lo que dijo un mercader que se perdió buscando la granja de su padre para iniciar una expedición.

—Esta tierra no es habitable.— salió de mí la exploradora que llevaba dentro.— La tierra no es fértil y la caza parecen ser solo animales pequeños.— dije señalando las huellas que había en el suelo.— Deberíamos tomar provisiones y seguir con la expedición.— entonces me di cuenta de cómo todos me miraban boquiabiertos.— Si os parece bien, claro.— hubo un asentamiento general.

—Tomemos provisiones y partiremos a Markland.—me apoyó Leif, con la promesa de una «tierra de bosques».






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