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Nadie me reconocía, y tengo que admitir que aquello era maravilloso

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Nadie me reconocía, y tengo que admitir que aquello era maravilloso. Si la gente de Kattegat nos relacionaba con Ivar estaríamos en graves problemas después del destrozo que había ocasionado allí. El tiempo había pasado y Axel ya no era un bebé, por mi parte, yo había cambiado casi tanto como él.

——Perdone, somos extranjeros, ¿podría decirnos cómo llegar hasta Hvitserk, el hijo de Ragnar Lodbrok?—— pregunté a un hombre con barba y ojos claros, con el que había cruzado la mirada accidentalmente.

——Claro, deja que os acompañe.—— puso su mano en mi cintura, cuando traté de apartarla, la bajó aún más. Aquello hizo que estallara.

Di una patada en su corva izquierda, haciendo que se le doblase la rodilla hacia delante. Antes de que pudiese reaccionar, ya le tenía agarrado por el cuello y de rodillas.

——Cerdo.—— Axel cogió un palo del suelo y se lo clavó en un ojo con una frialdad sorprendente. Juro que yo no le enseñé nada de eso.

——Axel, cielo, eso era innecesario.—— él frunció el ceño. Supongo que iba a ser difícil enseñarle a perdonar o "poner la otra mejilla" como dicen los cristianos, este niño les dejaría sin mejillas que poner.

——Tú debes ser Axel Ragnar Ivarsson.—— esa voz me era familiar, cuando levanté la vista, encontré a Ubbe.

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