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Necesitaba ver a Ivar, de modo que entré en sus aposentos al caer la noche

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Necesitaba ver a Ivar, de modo que entré en sus aposentos al caer la noche. Su guardia era lamentable, habían dejado las ventanas desprotegidas.

No estaba solo en la cama, reconocí a la mujer rubia embarazada por mis visiones. Me senté frente a Ivar, para observar la belleza de su rostro dormido, pero abrió los ojos.

—Siv, Axel...— puse el dedo índice sobre sus labios.

—Es solo un sueño.— supuse que nos creería muertos.— Estamos aquí para que detengas la guerra.

—Debo defender mi reino.— frunció el ceño como si le molestase que no estuviera de acuerdo con él, aquello me pareció extraño, porque solía encantarle discutir conmigo.

—Al enfrentarte a tus hermanos, morirán muchos y tú terminarás solo; lo he visto.— la batalla solo dejaría tras ella sangre y ruinas.

—Yo soy un Dios, no necesito nada de ti. Freydis hará lo que tú no pudiste, me dará un hijo, el hijo de un dios.— su tono era extremadamente violento.

—Tú no eres un dios.—en realidad yo estaba más cerca de serlo.— Y ya tienes un hijo.— di gracias a Odín porque Axel no comenzase a llorar en ese mismo instante.

—Ese no es mi hijo, esto es solo un sueño.— me levanté y me fui sin mediar palabra. En efecto, ya no era su hijo, Ivar ya no era el mismo.
No pude evitar derrumbarme y me senté junto a un barril que había bajo la ventana para ocultarme tras él.

—¿Siv?— Ivar se asomó a la ventana buscándome, pero no se le ocurrió mirar hacia abajo.— Te echo de menos, siempre te amaré.

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