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Los llantos de Axel llegaban hasta el sótano en el que estaba metida

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Los llantos de Axel llegaban hasta el sótano en el que estaba metida. Era una especie de corral, el suelo estaba lleno de heno y estaba rodeada de ovejas.

Oí cómo alguien bajaba por la escalera y me escondí detrás de la puerta para poder atacar por sorpresa.
Y estaba lista para hacerlo cuando la puerta  se abrió, sin embargo, no podía golpear a la nodriza si llevaba a mi hijo en brazos.

—Haz que se calle.— ordenó bruscamente lanzando el bebé hacia mí, para marcharse cerrando la puerta con llave.

—¿Tú también echas de menos a Ivar?— le pregunté mientras lo acunaba.— Shhhh, papá vendrá pronto y nos sacará de aquí.— el niño dejó de llorar y se pegó a mí.

<<Hljóðs bið ek allar helgar kindir,

meiri ok minni mögu Heimdallar;

viltu, at ek, Valföðr! vel framtelja forn spjöll fíra,

þau er fremst um man...>>

Canté hasta que se quedó dormido. Posiblemente, Ivar ya estuviese de camino, pero no me podía quedar ahí parada esperando a que viniese.

Miré la ventana, era pequeña y estaba cubierta de una maya de hierro, por no hablar de que estaba a unos tres metros de la altura a la que podía llegar yo.

No entraré en detalles porque no estoy orgullosa de lo que pasó a continuación. Solo diré, que implicó una montaña de ovejas muertas y su uso para arrancar la maya de metal.

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