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Salí de aquella prisión como vine al mundo, llorando y cubierta de sangre de otros

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Salí de aquella prisión como vine al mundo, llorando y cubierta de sangre de otros. Comencé a correr sin un rumbo fijo con Axel pegado a mi pecho.

Vi un caballo ensillado atado a un árbol a las afueras del bosque. Creí que solo tendría que dejar inconsciente a algún idiota, pero al llegar hasta el animal pude ver a lo que me enfrentaba.

—Esto no puede ser verdad.— murmuré al ver a todo el ejército en el campo de entrenamiento. Claro, ellos también me vieron a mí.

Bjorn detuvo al escuadrón de arqueros que ya me apuntaba con sus flechas.

No me dió tiempo a subir al caballo, cuando un soldado cualquiera me quitó a Axel de los brazos.
Tomó su espada y la colocó en su pequeño cuello.
Chillé rota de dolor, totalmente impotente, si daba un solo paso aquel grandísimo bastardo degollaría a mi bebé.

—Por favor, no.— tuve que tragarme mis toneladas de orgullo y arrodillarme en el suelo.

—Ni se te ocurra.— Hvitserk hizo que el hombre soltase la espada con aquellas palabras y tomó a Axel, ahora que estaban a punto de matarle no lloraba. Tendió su mano y me apoyé para ponerme en pie.

—¿Dónde crees que vas?— Bjorn apareció corriendo y agarró mi brazo.—No tenemos nada contra ti, pero eres muy importante para Ivar, un gran arma en nuestras manos.

—¿Eso soy?¿Solo un arma?— Hvitserk se dio la vuelta, quizás le doliese demasiado tener que mirarme a la cara y reconocerlo.

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