CAPÍTULO 6

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Abrí los ojos cuando recordé las últimas palabras que mi voz pudo pronunciar con calma, antes de que Elías y yo comenzáramos a adentrarnos en el maravilloso mundo del placer con pequeños roces y dulces caricias, perdiendo todo control entre gemidos y suspiros. Acaricié mi rostro y bajé hasta mi hombro para intentar recrear el tacto que Elías había hecho esa noche de la misma forma, haciéndome enloquecer. Suspiré y aparté la mano de mi hombro. 

- No estaría mal que se volviese a repetir...

Al darme cuenta de las palabras que había dicho en un susurro sin pensarlo, me percaté de que estaba en un lugar donde hasta mis suspiros podrían ser escuchados, y más siendo una hora en la que la casa acostumbra a estar en silencio. Mi rostro ruborizó y hundí mi cuerpo en la bañera con esperanzas de que todo fuese un sueño.

Sucedió hace tiempo. La primera, y posible última vez en la que habría sentido a Elías de una forma distinta en la que las demás personas podían sentirle. Probablemente la última vez en la que pude acariciar su torso desnudo y su cuello con paciencia. Mi intención en esa noche era declarar mis sentimientos a Elías en un lugar donde nadie nos pudiese escuchar u observar, pero fue un error haber elegido su habitación. Por mis caprichos  y por mis ganas de querer contarle mis más profundos sentimientos, quedé embarazada.

Lo peor es que sé que no me podría haber negado siquiera. Tenía 18 años, a punto de cumplir los 19 años de edad. Era normal que a mi edad me diesen ese tipo de impulsos -explicados también por la mismísima Shannon- e hiciera cosas algo extrañas para calmarlas, pues estaba todavía en desarrollo. No era la primera vez que me daban ese tipo de impulsos cuando tuve a Elías entre mis piernas.

Es común que alguien se haya sentido de esa manera en la pubertad -al menos una vez-, pero como mi autoestima estaba por los suelos en esos días, tener sexo era en lo mínimo que me preocupaba. Incluso había olvidado que esa actividad existía. Ahora, mi cuerpo exigía lo que había estado resistiendo por años de una manera peligrosa.

«¿Qué? ¡No me miren así! ¡Definitivamente no es algo de qué avergonzarse! Las artes tántricas requieren mucho conocimiento, ¿sabes? ¡Conocimiento muy preciso! ¡Tienes que saber cómo maximizar el placer mientras minimizas el riesgo de herida!»

Las relaciones eran todo un arte. Toqué mis labios con la yema de mis dedos, y los deslicé por ellos. ¿Cómo habría sido haber tenido relaciones con Elías en su forma humana?

Es decir, no es que me haya disgustado el haberlo hecho con el Elías que veía todos los días, pero hubiera sido curioso e interesante. Podría haberle besado y haber visto sus expresiones de placer que hasta yo desconozco. Sólo le he escuchado y sentido de esa manera, pero nunca le he visto reaccionar ante ello.

- ¡E-Elías! ¡Mmhm! - Mordí mis labios para evitar el volver a gemir o hacer algún otro ruido placentero para Elías, pero fue un intento en vano al sentir su mano acariciar mis muslos y aferrarse a ellos para profundizar poco más la penetración. Por el movimiento de Elías tuve que verme obligada a abrir más las piernas para no lastimar mis rodillas, y exhalé gemidos. - Elías...

Quería decir algo, pero mi mente solo pensaba en Elías, y en la fuerza que estaba utilizando para causarme enormes oleadas de placer en menos de un minuto. No sabía cuántas veces había terminado por los toques y embestidas de Elías. Lo único que sabía, era que cada vez mi cuerpo se hacía más sensible. Cada vez le sentía mucho más duro. Más caliente. 

Rasguñé su espalda por milésima vez al no poder controlar mis emociones. Nuestros pechos desnudos estaban juntos, sintiendo nuestros latidos desesperados en una perfecta sincronización y escuchando nuestros intentos inútiles para respirar. Elías suspiró y gruñó para liberar parte de la tensión que tenía acumulada.

Noventa de probabilidad | The Ancient Magus BrideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora