EPÍLOGO

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El viento hacía volar hojas de varios colores; rojas, cafés, verdes, amarillas. Llevaba consigo el fresco aroma del pasto y las hermosas flores que habían nacido recién. Crucé los pies, mientras cubría mi pecho con la sábana blanca para cubrir a Scarlett y dejar que pudiese comer sin que algún rayo del sol le molestase.

Han pasado tres meses desde el nacimiento de nuestra primera hija y el que nuestro nuevo rol de padres comenzara. El primer día fueron los momentos más hermosos que pudimos vivir, y todavía tenemos la misma sensación, pero en las noches aprendimos a no dormir por atenderla. Sabía que tendríamos que pasar por ello, y aún así, entendí que había una diferencia enorme entre ser hermana y ser la madre de un bebé.

Angélica nos enseñó muchas cosas -de las cuales algunas ya tenía experiencia-, aunque la mayoría de ellas Silky se toma la molestia de realizarlas, aunque le dijéramos que no era necesario. En la primera semana de vida de Scarlett la única atención que pude darle fue desde la cama, pues mi reposo duró más de lo pensado, cosa que preocupó a Elías. Realmente la causa había sido que gasté mucha energía al darle de pecho sin haberme preparado antes. Ahora contaba con la pulsera que Angélica había creado para esta situación. 

El clima frío estaba desapareciendo, y la primavera estaba tomando su lugar. Cada vez que sucedía este cambio, Elías y yo solíamos estar preocupados por mi salud y revisar si todo estuviese bien en mí, pues una slay vega normalmente no puede pasar más de 18 primaveras, a como se sabía por tantas experiencias. Ahora el estrés de mi vida disminuía, y nos enfocamos en revisar si nuestra hija seguía sana. 

Con el paso de los días Scarlett fue abriendo los ojos con facilidad, presumiendo el color escarlata de ellos. Elías no creía el color de los ojos de su hija hasta que los vio en carne propia, y le agradó bastante ver que tenía algo en común con ella, aparte de tener la misma sangre. Desde que la tenemos en casa, la manera de ser de Elías cambió un poco. Duerme entre nosotros, y cada vez que llora, Elías es quien la calma. También suele leerle un poco, platicar con ella... A veces preguntaba si era el mismo Elías.

Inhalé, y exhalé. El aire era tan fresco y tan limpio que daban ganas de quedarse por horas escuchando el cantar de los pájaros, observando las flores con sus colores vivos junto a las dos personas que amaba con mi vida. Estábamos en una parte del jardín, sentados bajo un árbol. Elías me tiene entre sus piernas, leyendo un libro. 

- ¿Estás bien? - Preguntó cuando terminé de acomodar la sábana en mi hombro. 

- Sí. No me siento cansada. No es necesario que te preocupes cada vez que va a comer, Elías. 

Escuché a Elías cerrar su libro, dejarlo en el pasto y rodear mi cuerpo con su brazo izquierdo. Aunque tuviese los brazos bajo la sábana, logró encontrar mi mano y tocarla. Las caricias ya eran muy comunes entre los dos, pero todavía una parte de mí se alegraba y se emocionaba, como si fuese la primera vez. 

- Esto es bastante agradable.

- ¿Eso es lo que sientes? 

- Sí, aunque también tu experimentas la misma sensación, ¿no? - Asentí con la cabeza. -. Es agradable pasar unos momentos de paz y tranquilidad junto contigo y nuestra hija. Es reconfortante.

Me recargué totalmente en su cuerpo de manera lenta. Moví un poco los brazos para acomodar a Scarlett sin molestarla. Sonreí cuando Elías me abrazó con ambos brazos, acercándome más a él. 

- Aún parece como si estuviera en un sueño - Miré hacia arriba, admirando la frondosa copa del árbol y el cielo despejado. -. Hace unos años era una chica que quería acabar con su vida, y ahora, le pude dar vida a un pequeño ser, con ganas de crecer a su lado. 

Saqué mi brazo izquierdo de la sábana sin destapar a mi hija, y entrelacé mi mano con la de Elías. 

- Todo ha sido muy hermoso desde que te conocí en la subasta. Al principio no lo pude reconocer, pero...

- También mi vida se hizo más interesante cuando te conocí - Le miré. -. Sabes cuáles fueron mis principales intenciones, pero cuando hablábamos y pasábamos tiempo juntos, fueron cambiando. Aprendí a comprender un poco a los humanos, y a tener un sentimiento fuerte hacia ti. Y ahora siento lo mismo por Scarlett.

Sonreí.

- Me alegro que puedas amar a tu hija - Suspiré. -. Ya casi cumplo veinte años. Shannon dijo que mi cuerpo mejoraría en vez de empeorar, así que podemos darle toda nuestra atención a Scarlett. Es lindo no tener que preocuparme por la llegada de la primavera.

Escuché a Scarlett hacer un pequeño ruido, y volteé. Después de mover un poco la sábana pude acomodar mi blusa y acercarme más a mi hija. Peiné con mis dedos sus cabellos rubios, brindándole caricias delicadas. Abrió los ojos, y pareció sonreír. 

- Esperemos que sea una niña alegre.

- Y lo será. No dejaré que vivas ese sentimiento tan cruel desde pequeña, cariño. - Dirigí mis palabras a Scarlett, quien respondía con sonrisas y pequeñas risas. 

Cuando vio a Elías por primera vez, no hizo una reacción negativa ante él. Y por ahora ha tenido las mismas reacciones agradables. En sus brazos suele dormir de una manera relajada. Incluso cuando se acerca, tiene curiosidad y acerca las manos a su rostro. Mi miedo hacia cómo reaccionaría ante su padre desapareció.

La arrullé un poco, y le canté una canción de cuna. 

- Chise.

- ¿Sí, Elías? - Le respondí en medio de la canción.

- ¿Y si tenemos otro hijo?

Noventa de probabilidad | The Ancient Magus BrideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora