CAPÍTULO 12

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«Hablamos de la confesión que me hiciste esa noche, ¿verdad?»

Si pudiera describir con una palabra la emoción que estaba experimentando en este preciso momento, podría decir con certeza que son nervios. Mi cuerpo entero temblaba y tenía una extraña sensación en el estómago que no se me quitaba aunque pensara en otra cosa, y bueno, menos podría distraerme estando en la situación que me encontraba. Estaba en la ducha, con la compañía de mis ruidosos pensamientos, que no paraban de buscar una excusa para poder dormir sola o evitar el tema de la confesión con mi maestro de magia.

Cuando Elías hizo aquella pregunta en el sofá viéndome directo a los ojos y teniéndome en sus piernas abrazada, comencé a temblar y me sonrojé hasta las orejas. Nunca habíamos retomado ese tema hasta hace unos minutos atrás. Traté de negárselo, pero Elías notó el que mi respuesta era un sí por mis gestos tan obvios. Palabras no pude emitir alguna por la vergüenza.  

Giró para la ventana para ver la nieve del exterior caer, y mencionó que esta noche sería muy fría si seguíamos hablando de este tema y llegásemos a dormir solos. Es decir, Elías quiere que esta noche duerma con él.

Me hundí en la bañera para ocultar mi rostro, causando que el agua se derramase por los bordes junto con mi valentía para salir de ella. Tenía miedo de salir del baño porque sabía perfectamente lo que seguiría; estaría con Elías conversando sobre algo que me apena hablar, y que también me da miedo por ese momento, del cual pasó un tiempo indefinido que todavía no puedo recordar con exactitud. ¿Qué pensaría Elías sobre ello? ¿Correspondería mis sentimientos, o solo me recordaría que soy un familiar suyo?  

Saqué mi rostro del agua, inhalé y exhalé. Miré a la ventana, con esperanzas de que llegase alguna Aerial y tratara de convencerme de escaparme con ella. O que llegase Alice repentinamente. Incluso quería que estuviera aquí Shannon. Pero a estas horas de la noche nadie saldría a salvarme. Tenía que enfrentar a Elías en algún momento de mi vida, por desgracia.

Terminé de asearme y salí de la bañera. Sequé mi cuerpo con la toalla de una manera lenta y tranquila, con intención de matar tiempo, y al vestirme con mi pijama sequé y peiné mi cabello. Al dejar las cosas que había utilizado en su lugar, me miré en el espejo, y me abracé a mí misma. Elías era una caja de sorpresas, y nunca sé qué es lo que puede decir. Me estaba enfrentando a algo desconocido, y me daba miedo.

¿Qué podría suceder esta noche?

Al llegar a la habitación de Elías, me senté en su cama para esperarle. Parecía estar acomodando unas cosas antes de ir a dormir. Le observé, abrazando una almohada. Elías todavía tenía su traje puesto, pero no me sorprendía de su parte. Él con un poco de magia podría asearse sin necesidad de complicarse la vida como un humano con un proceso tan largo. Pero algo en mí se preguntaba el por qué no quería vestirse con la pijama.

Al quitarse el abrigo, lo dejó en un lugar de su habitación y se acercó a la cama. Cuando lo hizo, me giré. Le he visto una vez como Dios nos trajo al mundo, pero todavía me daba pena el verle quitarse alguna prenda, aunque fuese su abrigo.  

- Ahora que lo pienso, Chise - Mi cuerpo se paralizó al escucharle. -, no respondiste mi pregunta.

- ¿L-La pre-pregunta? 

Mi voz estaba temblorosa a más no poder. Aquella vez tuve tanta seguridad para hablarle con calma y cariño con Elías porque le tenía cerca, entre mis piernas, y el momento era más que perfecto para que fuese un momento íntimo, donde nada se podía ocultar. Ahora, estábamos sentados en la misma cama donde sucedió todo, preguntándonos cosas sobre nuestra relación de frente a frente.

Elías no quiso responder, pues sabía que le había entendido. Miré a otro lado, abrazando la almohada. 

- Sí. A eso me... refería.

Noventa de probabilidad | The Ancient Magus BrideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora