CAPÍTULO 8

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Recorrí un tramo de la sala un par de veces más, caminando de izquierda a derecha a paso acelerado haciendo sonar los tacones de mis botas, con los brazos cruzados presionando mi pecho y la vista enfocada al suelo. El tic tac del reloj me ponía nerviosa al escuchar con atención cada segundo que pasaba. Cada ruido que producía el reloj, me hacía saber que era un segundo más sin tener a Elías en casa. 

Ayer tuvo que ir con Simón a Londres, por algo que ambos se negaron a contarme. Quise insistirles pero, no estaba en una posición muy sincera para hacerlo. La última vez que ví a Elías fue ayer en la mañana, despidiéndome de él y de Simón en la puerta. Les ví conversar en una parte de su camino, y me dio curiosidad la sonrisa sincera que había hecho Simón cuando comentó algo que mis oídos no pudieron escuchar.

Después de eso, entré a casa, perdiéndole de vista al cerrar la puerta. 

- Chise - Ruth llevaba minutos viéndome caminar de esa manera desesperada, que parecía estar mareado. -, tranquila. Estás actuando como si llevara una eternidad fuera.

- Estoy nerviosa, Ruth. No sé por qué - Me detuve. -. ¿No le habrá pasado algo en Londres, y nosotros estamos aquí sin saberlo? 

- No creo que-...

- ¡O peor! ¡Puede que haya llegado Joseph y-...! 

Ruth se transformó en su forma humana para poder detenerme tomándome de los hombros. Los apretó para hacerme regresar a mi realidad. Para sacarme de mi amargo mundo de fantasía lleno de preocupaciones. Ví la mirada penetrante de Ruth, y relajé los hombros, suspirando.

- Lo siento. 

- Cambios emocionales - Dijo, soltándome y llevando sus manos a los bolsillos de sus pantalones para ocultarlos. -. Deberías tranquilizarte, Chise. Elías está fuera haciendo algo importante, y me avisó que probablemente tardaría un día o dos.

Sentí el cómo una parte de mí se rompía.

- Ruth... - Bajé la mirada. - ¿Por qué no me lo dijo?

Mi familiar mantuvo silencio. 

- Tiene sus razones, supongo - Miró mi estómago. -. ¿Todavía sigues con la idea de abortar? 

Me senté en el sofá cuando Ruth me hizo esa pregunta. Abracé mis rodillas, y recargué mi mentón en ellas, mirando la pared, y después a la chimenea encendida. Todavía seguía con algo de frío sin tener a Elías a mi lado. Comenzaba a comprender por fin el sentimiento que descubrió Elías cuando estuve un par de días con Lindel haciendo mi bastón.

El miedo de Elías.

Con el paso de los años entendí que su mayor miedo era perderme, o que me alejase de él de nuevo. Si tuviera al bebé y llegase a morir, dejaría a Elías con ese sentimiento por una eternidad interminable. Dejaría a un niño sin una madre. Le daría una vida tan cruel como la que yo viví. Elías pierde el control cuando tiene muchos sentimientos negativos acumulados, y más cuando piensa que va a perderme. ¿Cómo reaccionaría ante a su hijo? ¿Cómo reaccionaría ante el mundo? Y lo peor, es que yo soy la única que le puede calmar. Y en esos momentos no estaría ahí para decirle que todo estaba bien.

¿En serio un embarazo podía causar todo esto?

- Cada vez que pienso en el bebé, encuentro más razones para hacer eso. Suena muy cruel, pero... también tengo mis razones. Lamento agobiarte con esto, Ruth. 

Se sentó a mi lado. 

- Soy tu familiar. Apoyarte es menos lo que puedo hacer - Se estiró. -. Ya has arriesgado tu vida muchas veces, y has tenido consecuencias graves. Deberías descansar de eso. 

Noventa de probabilidad | The Ancient Magus BrideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora