CAPÍTULO 11

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Tic, tac, tic, tac.

El día pasó de una manera lenta, dolorosa y agobiante. No sucedieron muchas cosas importantes el día de hoy, más el que tuviera muchísimas dudas por el aborto, por mis sentimientos y me ahogara en un mar de pensamientos al lado de Shannon. Tuve que esperar unos minutos para que pudiera calmar mi llanto y pudiera estar presentable para Elías y no preocuparle más, aunque notó que estuve llorando al instante por el leve rastro de mis lágrimas y el que mis ojos estuviesen hinchados. Y de nuevo, no le quise decir el por qué.

Era una hora cercana para dormir, pero Elías y yo estábamos esperando a que llegase un cliente para poder entregarle la medicina que había pedido días atrás. Desde que comencé a tener los malestares que resultaron ser los síntomas de mi embarazo, Elías no duerme si yo no lo hago primero para cuidarme, por lo que está en el sofá individual, leyendo un libro. No me interesó mucho en fijarme si era el mismo que estaba leyendo la otra vez o no. O si sólo lo hacía para matar el tiempo  o entretenerse. Ninguno de los dos se atrevía a hablar.

Estuve en la cocina, caminando un poco en círculos. Si me sentaba, podría caer dormida. El estar embarazada me daba bastante sueño que, a veces cuando tocaba la cama siquiera, podía caer dormida. Di unos pasos más cabizbaja, y me detuve en un punto donde podía mirar a Elías, todavía leyendo. 

Tenía que hacer algo Tenía que hablar con él. No lo había hecho desde que Shannon se fue contándole a Elías los resultados de mi chequeo diario -eso lo pidió Elías-, y el que la casa estuviese en silencio resultaba ser muy incómodo. No tenía a Ruth cerca, y mucho menos a Silky. Sólo nos encontrábamos Elías y yo, junto con un reloj haciendo ruido en todo el hogar.

Acerqué mi mano a mi pecho, apreté en un puño y abrí la boca para llamarle por su nombre. Me interrumpió un leve ruido que hizo eco en todo el hogar.

Me acerqué a paso acelerado a la puerta cuando lo escuché. Alcancé a ver que Elías había volteado a verme, pero por desgracia había cortado el pequeño contacto visual que tuvimos para atender la puerta. Al abrirla, me relajé al ver que era el cliente y no algún ser que pudiera complicarnos la vida, como era de costumbre. Tuve una pequeña conversación sobre sus malestares con él, y le entregué la medicina sonriéndole y deseándole una pronta recuperación.

Al cerrar la puerta, suspiré. Sentía el cómo mis preocupaciones iban desapareciendo de poco a poco al haber entregado esa medicina. Me recargué en la puerta por unos segundos y me aparté de inmediato. Sentía que iba a caer dormida en ese mismo lugar. Di media vuelta.

- Ahh, por fin - Me estiré, y giré hacia las escaleras. -. Por fin podemos ir a descansar. Buenas n-...

- Chise.

Había subido tres escalones, deseando las buenas noches, y me detuve al escucharle. Su voz esta vez era muy gruesa, como si estuviese molesto. Me aferré al barandal, y decidí obedecer sus palabras lo más pronto posible.

- ¿Qué pasa, Elías? - Pregunté, antes de llegar a la sala. Me sonrojé cuando dio un par de golpes en su pierna.

No era muy común que Elías me pidiese que me acercara y me sentara con él, y cada vez que lo hacía me daba miedo. Pues cuando me cita de esta manera, siempre es para comentarme sobre un tema que le incomoda, o le desagrada. En el pasado platicábamos mucho de esta manera, pero ahora que tengo noción sobre mis acciones y las consecuencias que podía causar, era muy rara la vez que teníamos una conversación así. Se me cruzó en la cabeza que podría hablar de mi embarazo, cosa que causó que me tensara.

Me senté en su regazo. Normalmente deja el brazo en el reposabrazos del sofá que tengo detrás de la espalda, pero esta vez, al instante sentí el cómo abrazaba mi cintura, causándome temblar. Estábamos muy cerca, tanto que podía recargarme en su pecho sin problema. Me aferré a mi falda, tratando de mirar a otro lado. 

Noventa de probabilidad | The Ancient Magus BrideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora