CAPITULO 17

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Frío. Todo está muy frío.

Abrí los ojos con algo de dificultad cuando sentí un cambio de temperatura en mis manos y piernas. A los segundos de haber despertado, me percaté de que me encontraba en medio de un lugar oscuro e inmenso, vistiendo un lindo y detallado vestido blanco que llegaba hasta mis rodillas, con los pies descalzos. No podía encontrar una ventana, o una puerta, o algún mueble, o un árbol o pasto. No había luz existente que pudiese darme pistas de dónde me encontraba, a excepción de un pequeño rayo de luz blanco que golpeaba en mi rostro. No podía ver de dónde provenía, pero al hacer el intento de mirar, noté que era de un lugar muy elevado. Levanté la mitad de mi cuerpo, quedando sentada en medio de la nada, y giré a todos los lados posibles, esperanzada de encontrar algo, o alguien.

Al ponerme de pie y analizar ese lugar hundido en oscuridad y levemente hundido en la oscuridad, escuché ruidos familiares de telas rozar entre sí, y pasos descalzos. Se oían lejanas, pero a la vez tan cercanas. Ansiaba el ver quién era el causante de esos ruidos, pues no podía verle. 

- ¿Elías? - Me alarmé al ver que él no estaba a mi lado. Di un par de pasos, con ganas de echar a correr y buscarle. Tenía miedo. - ¿D-Dónde estás? ¿Elías?

- Chise.

Una dolorosa pero suave voz femenina, me aturdió un poco el oído con su susurro repentino. No sentí ningún tacto de piel en mi cuerpo, por lo que entré en pánico. Giré un poco. Vi cabellos largos y rojos con el rabillo de mi ojo, y suspiré de alivio al darme cuenta de que era mi madre. Una vez más estaba presente conmigo, aunque fuese un producto de mi imaginación.  

- Solo es un sueño, Chise - Me repetí en un susurro. -. Sólo es un sueño. - Llevé mi mano a mi pecho para calmar mis latidos.

La última vez que había hablado con mi madre de esta manera tan peculiar fue a los 16 años, cuando estuve con Joseph a punto de hacer algo de lo que podría haberme arrepentido en un futuro si es que me hubiese dejado. Tener esa pequeña conversación con mi madre me ayudó a recuperar mi camino, a guiarme de nuevo. A darme cuenta de tantas cosas que me negaba a ver. No le podía perdonar por haberme dado una vida tan asquerosamente cruel, pero a la vez, le estaba eternamente agradecida por dejarme vivir y tener la oportunidad de conocer a Elías. Al ser con quien quería con todo mi corazón el pasar el resto de mi vida. 

Giré lentamente mi cuerpo hacia mi madre, quien estaba de pie con el mismo vestido y peinado que tenía cuando se suicidó delante de mis ojos. Su expresión de tranquilidad combinada con sus ojeras de estrés y dolor no me sorprendían. Había acostumbrado a verla así antes que su muerte. Siendo más joven me dolía verla o incluso recordarla, pero aprendí a superar el pasado. No podía sentir siquiera la incómoda y agobiante sensación del apretón desesperado que hizo en mi cuello cada vez que la mencionaba.

- ¿Por qué estoy aquí? -Le pregunté. - Hace años que no sucedía esto.

- Debería preguntártelo a ti, Chise. Tu mente es quien hizo esto. 

- ¿Yo? - Me señalé. - No creo que-... 

Aunque era un sueño, sentí un pequeño malestar en mi estómago, como si algo se estuviese moviendo. No era un dolor, ni era algo malo. Al contrario, me daba una sensación de emoción que no había experimentado antes. Toqué mi vientre después de tanto tiempo de no haberlo hecho, con algo de miedo de lo que podría suceder, pero después quedé boquiabierta. El pequeño bulto no se notaba con el vestido, pero podía sentirlo. ¿En verdad se estaba moviendo?

Escuché la pequeña risa de mi madre. 

- Ya veo - Levanté la mirada. -. ¿Estás embarazada? 

Noventa de probabilidad | The Ancient Magus BrideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora