El verdadero terror

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Sentí como la luz se filtraba por mis párpados haciéndome que abriera los ojos lentamente, mi vista era borrosa. El dolor de mi cuerpo se hizo más grande, casi tanto como mi hambre y mi sed. Me moví un poco para acomodarme en mi lugar y me sobresalté un poco cuando ví a Jeff, estaba sentado frente mío pero del otro lado de la habitación, justo debajo de la ventana que dejaba pasar toda la luz del día, el no dejaba de mirarme. Nuestras miradas se encontraron y se quedaron así por unos segundos.

-Tienes hambre, no?- dijo sin apartarme la vista de en sima, yo me giré a ver a otro lado, me empezaba a incomodar su mirada.

-Desatame por favor...- respiré ondo, dudaba mucho de cada palabra que salía de mi boca.

-Por que lo haría?- dijo un poco burlón.

-Me duelen mis brazos...- pensé un poco - y aparte... Yo te quité las ataduras en el psiquiátrico- el se me quedó viendo, parecía estar pensandolo.

-Bien... Pero tus manos permanecerán atadas- se levantó de su lugar y procedió a desamarrarme. Sinceramente pensé en intentar algo, pero me encontraba muy débil y aturdida, aparte de que no conocía el lugar y si fallaba en escapar, Jeffrey me mataría en seguida, tenía que planear bien las cosas. Jeff me terminó de desatar y me amarró de nuevo ambas manos enfrente de mi, de tal modo que ya me podía parar pero no podía usar mis manos mucho, los amarres eran fuertes y la cuerda era gruesa, mis manos estaban casi inutilizables.

-Me preguntaste si tenía hambre...- dije mientras Jeff se alejaba un poco de mi y yo trataba de pararme con dificultades para estirar mi cuerpo -Tienes comida?- deje mi mirada al piso, no podía verlo, me intimidaba con la mirada.

-Si, si tengo, y también agua, los quieres?- dijo sonriendo y levantando una bolsa de plástico que se encontraba en el suelo.

-Si...- levanté la mirada y me acerqué un poco a Jeff, si no cubría mis necesidades básicas iba a morir.

-Bien, pero tendrás que dejar que yo te de de comer- sonrió de lado haciendo cierto gesto que en lugar de molestarme, me daba miedo. Me quedé callada, que se supone que diría? Lo único que yo quería era alimentarme. No tenía claro que le encontraba de placer a esto, y se me hacía algo bastante inusual para alguien con su perfil, pero no me quedaba de otra -supongo que eso es un si- dijo al cabo de unos segundos y abrió la bolsa de plástico, de ahí sacó un biberón con leche y un frasco de papilla para bebé. Fue inevitable, hice cierto gesto de confusión, un gesto que Jeff notó -No pongas esa cara- dijo riendo - no tenías hambre?- río aún más fuerte, no sabía si sentirme intimidada o agredida moralmente, mi dignidad estaba apunto de ser arrebatada por un hombre enfermo que debería estar muerto, las leyes no son lo suficientemente efectivas en esta parte del país.

-Si- conteste bajando la mirada, verlo ahora mismo me hacía sentir apenada por lo que estaba a punto de pasar. No tenía de otra, moría de hambre y sed.

-Empecemos entonces- aún se reía un poco entre dientes. El se sentó en dónde estaba hace unos minutos - Ven siéntate aquí- dijo mientras hacía una seña para que me sentara en su regazo, con una maldita sonrisa que no se la quitaba nadie, sentía frustración, no quería ser humillada de esta manera, pero el hambre podía más. Fui y me senté en su regazo como dijo, y el, con poca delicadeza, acomodó mi cabeza sobre uno de sus hombros, su pecho se encontraba totalmente pegado a mi espalda.

Todo era muy extraño, el tomó la mamila y la puso en mi boca, yo solo respiraba fuertemente, estaba nerviosa pues estaba muy cerca de mi posible futuro asesino, y no solo eso, estaba en una posición poco favorable, dándole la espalda me sentía vulnerable a cualquier cosa que el quisiera intentar.

Odio admitirlo, sentí un gran alivio, el líquido fluía por mi boca y por toda mi garganta provocando una sensación satisfactoria. Poco a poco yo sorbía cada vez más de de aquel biberón, cada vez más fuerte y más rápido, la pena se había ido, lo único que me importaba era el que mi sed desapareciera. Cuando menos me lo esperé, la mamila estaba vacía. Jeff retiró la mamila y río un poco, provocando que su pecho se moviera, haciendo que yo rebotará un poco en este... Fue extraño, pero por un solo instante me recordó a mi niñez, con mi padre, esa sensación de calidez al sentir su pecho rebotar por la risa, esa sensación que sólo duró dos segundos, después volví a la realidad. Escuché como Jeffrey destapó el frasco de papilla, y con una cuchara de plástico, recogió un poco de esta y la acercó a mi boca. Esto era más vergonzoso que la mamila, era esperar cada cucharada con la boca abierta, de verdad me sentía humillada cada vez que el acercaba otro bocado y lo metía en mi boca. No estoy segura cuanto tiempo duró, pero pareció eterno, finalmente la papilla se acabó, pero seguía con hambre.

Asylum    ■Jeff The Killer■Donde viven las historias. Descúbrelo ahora