Cada cosa tiene su belleza

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El largo y verde pasto brillante contrastaba con el hermoso cielo despejado. El ruido era únicamente del viento. Ese aroma delicioso que deleitaba hasta a el más descorazonado estaba por todos lados. Mi piel desnuda rozaba con el largo pasto cada paso que daba, cada vez que daba un paso a el frente, el pasto parecía crecer un poco más, hasta que esté me llegó a la cadera.

-Aissa!- se escuchó la voz de un hombre a lo lejos, llamándome. Me giré un poco y lo reconocí al instante, era mi padre, que sonriente me esperaba con sus brazos abiertos.

No dude un segundo, su cálida sonrisa me esperaba. Empecé a correr hacia el lo más rápido que pude a pesar del largo pasto. La distancia entre el y yo parecía no acortarse, empezaba a desesperarme, mientras más avanzaba, el parecía estar más lejos. Corrí lo más que pude, haciendo mi mayor esfuerzo, y cuando menos me di cuenta, yo ya estaba en los brazos de mi padre.

Nos abrazamos fuertemente mientras el acariciaba mi cabeza con ternura haciéndome recordar tantos bellos momentos a su lado.

-Te amo papá- dije sin poder evitar derramar algunas lágrimas sobre su pecho, me sentía tan feliz, mi padre estaba de nuevo a mi lado... pero esa felicidad se apagó repentinamente cuando escuché a mi padre reírse muy fuertemente, y es que esa risa no era de mi padre, era de alguien más.

-Aissa...- dijo entre carcajadas. Me separé un poco de aquella persona, solo para darme cuenta que efectivamente era la persona en la que estaba pensando, Jeffrey.

Caminé lentamente hacia atrás sin creer lo que veía, hasta que caí de espaldas, no podía moverme, no podía ni parpadear.

-Papá?- dije aún confundida y llorando. Jeffrey se acercó a mí lentamente, se inclinó hacia mi, y con una de sus manos limpió una de mis lágrimas, y después... Volvió a pasar, volvió a decir algo, algo que estoy segura que es de suma importancia y que otra vez no puedo entender. Esas palabras parecen desvanecerse en el viento, como si después de salir de su labios se las llevará el aire dejándome siempre con la duda, que dijiste Jeffrey Woods? Cerré los ojos fuertemente y después los volví a abrir.

El cuerpo me dolía, mis ojos pesaban y moría de hambre y sed. Traté de levantarme de la cama pero uno de mis brazos estaba esposado a el respaldo, lo más que podía hacer era sentarme. Me giré a ver el otro lado de la cama, Jeff no estaba por lo que me volví a alarmar, en este punto ya no sabía si temerle a su presencia o a su ausencia.

Busqué en mis alrededores si había algo para quitarme las esposas, pero la habitación estaba casi totalmente vacía, solo se encontraba la cama con un pequeño mueble del otro lado con cajones. Mi única opción era tratar de alcanzar el mueble e investigar los cajones para ver si había algo que me ayudara, pero obviamente no lo alcanzaba con mis manos. Estiré mi pie hasta el otro extremo de la cama para tratar de abrir el primer cajón con mi pie, pero me volví inmediatamente cuando escuché pasos muy cerca de la habitación.

La puerta se abrió dejando ver el horrible rostro de mi secuestrador, con un tazón y una botella de agua en la mano.

-Como te sientes?- dijo calmado mientras dejaba el tazón en el mueble del otro lado de la cama que al parecer era sopa. Me quedé callada, aunque hubiera querido decirle algo, las palabras no salían de mi boca, solo me le quedé mirando nerviosa, teniendo vigilado cualquiera de sus movimientos. -Sabes? El que no me respondas lo hace peor- se sentó frente a mí en la cama viéndome fijamente, lo que me puso más nerviosa -supongo que tienes hambre, cierto?- dijo muy serio aún mirándome detenidamente, lo que hizo que bajara la mirada para evitar la suya, lo cual hizo que no le contestará de nuevo -responde- dijo con un tono más grave del de antes.

-Si...- dije en voz baja.

-Si que?- volvió a elevar la voz.

-Si, tengo hambre- dije cada vez más nerviosa.

-Bien- se levantó de la cama y fue por la sopa, volvió y se sentó de nuevo, tomó una cucharada del tazón y me la acercó a la boca. Insegura, abrí mis labios para permitir el paso de la cuchara, empecé a comer. El solo parecía disfrutar cada cucharada que daba, se veía en sus ojos, fijos en mi rostro, no necesitaba mirarlo para saber que su mirada no se apartaba de mi, de mis labios, él deseaba algo en mi, lo cual me hacía temer por mi vida.

Tanto tiempo pasé pensando, indagando, que quieres de mí Jeffrey?  Una pregunta que no pude responder en esos minutos, la sopa se terminó antes de lo que pensaba, Jeffrey tomó la botella y la abrió, pero antes de acercarla a mi, se detuvo, sus ojos no dejaban de penetrar mi piel, su mirada ardía en mi, llegaba hasta lo más profundo de mi, haciéndome sentir desprotegida.

-inclina tu cabeza- dijo después de tortuosos segundos, yo lo hice sin pensarlo mucho. Jeff inclinó la botella, y poco a poco el agua fue recorriendo mi garganta, en pequeños pero placenteros sorbos, ese gusto me duró poco, deje de disfrutar el agua cuando Jeffrey, con su otra mano, recorrió con uno de sus dedos desde mi barbilla hasta mi clavícula, rozando todo mi cuello dejándome una sensación extraña por toda piel. Me tense inmediatamente, pero trate de no moverme ni un centímetro, tenía miedo de sus reacciones.

Con mi mano libre, lentamente, pero muy lentamente empuje la botella de mi, Jeffrey la alejó inmediatamente que sintió mi movimiento, así pude enderezar mi cabeza.

-Gracias- dije de nuevo en voz baja, aún con la mirada gacha.

Una de sus manos se levantó lentamente y llegó hasta mi mejilla, la cual se posó dejando una leve caricia.

-Tu piel es suave...- dijo silenciosamente, pareciera que se lo decía más a el mismo. Después de aquellas palabras me entró una sensación de pánico moderado. Jeffrey Woods es un enfermo, de eso no hay duda, y una de esas frases como la que acaba de salir de su boca dejaba mucho a la imaginación, un asesino obsesivo es una de las peores combinaciones que hay. La mano de Jeffrey se movió de mi cachete hacia mi mentón lentamente, acariciando mi piel con la yema de sus dedos -Recuerdas cuando dijiste que te gustaban mis ojos?- mi corazón se aceleró inmediatamente, esto estaba tomando un mal rumbo.

-Si...- contesté un poco insegura.

-Quiero que me mires a los ojos- sus dos manos pasaron a estar sujetando delicadamente mi cabeza por ambos lados, haciendo que sus dedos quedarán entrelazados con mi desordenado cabello.

Tenía que mirarlo, no quería que se enojara, lentamente levanté la mirada hacia el, mi corazón latía muy fuerte, mis manos sudaban, y mis músculos se encontraban totalmente tensos. Casi me desmayo cuando su mirada chocó con la mía, su rostro se encontraba inecesariamente cerca del mío. Pero... tenía razón, apresar de lo que Jeffrey Woods sea, tenía unos ojos hermosos, unos ojos azules como el cielo y tan fuertes como mar, unos ojos con un brillo que superaba a el de mil linternas, unos ojos tan imnóticos que podría estar viendo horas y no cansarme, esos ojos nunca los había visto en ninguna otra persona, y esos ojos los tenía el mismo diablo, Jeffrey Woods, le temía tanto a su mirada que nunca pude apreciar lo que había más allá.

-Me gustan...- dije para mí misma casi sin pensar en la situación en la que me encontraba, pero aún así, mi mirada no se apartó de la suya.

El se acercó más a mi, metiendo su nariz en mi cabello y aspirando fuertemente. Cuando su mirada se arrebató a la mía volví a la realidad, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo al sentir su exhalación empujar mi cabello.

-Hueles tan bien- su voz ronca retumbaba en mi oído, el sentirlo tan cerca de mí me provocaba sensaciones diversas e incontrolables -Quisiera hacer tantas cosas pero... Tengo que salir- dijo y de un momento a otro, el ya no estaba en la habitación, dejándome totalmente paralizada por lo que acababa de suceder, mis sentimientos como mi mente se encontraban dando vueltas y chocando entre sí.

Sus ojos... Me controlaron, me dejé llevar solo por sus ojos... Cómo pudo pasar eso? Me enamoré solo de sus ojos por un instante arriesgando mi vida. Justo él... Justo él tuvo que tener esos ojos imnóticos. Estoy segura que no volverá a pasar, debo de estar alerta, no debo dejarlo que se desarrolle su enfermedad, podría ser mi condena, y justo ahora acabo de cometer un error muy grande, un error que tal vez cueste la vida.

Asylum    ■Jeff The Killer■Donde viven las historias. Descúbrelo ahora