Tu me lo das, tu me lo quitas

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Su mirada enfurecida con ojos totalmente abiertos en par en par era lo único que podía ver tirada desde el suelo. Mi corazón quería salirse de mi pecho, la adrenalina se combinaba con el miedo. Era frustrante el darme cuenta que rápidamente mi vista se volvía borrosa por las lágrimas que salían de mis ojos. Automáticamente mis piernas me empujaban hacia atrás, alejándome de Jeff, aunque sabía que atrás no había ninguna salida, no había a donde correr. Mi mente se encontraba bloqueada hacia otras posibilidades, aunque no hubiera, lo único que tenía en la cabeza era esa horrible mirada que me decía que yo ya estaba muerta.

-P..p.. perdón- dije entre sollozos y tartamudeos -Yo.. N..no- las palabras no salían de mi boca. Su mirada no se movía de la mía mientras el se acercaba lentamente. Llegó a mi y me levantó de un solo jalón de mi brazo. Trate de alejar mi rostro del suyo, pero aún así su mirada estaba clavada en la mía.

Me llevó a bruscos jalones fuera de la casa, yo seguía casi petrificada y aterrorizada. Tomó una cuerda que se encontraba ahí afuera de la casa y me tiró en la grava con mucha brusquedad, y casi de inmediato me tomó fuertemente de mi cabello y puso mi cara frente a la suya, muy cerca.

-Mira Aissa- su voz sonaba llena de rabia, su cuello se encontraba tenso, y sus movimientos eran fuertes, llenos de furia -las cosas no son fáciles conmigo, un pequeño error te va a costar caro- aventó mi cabeza y procedió a amarrarme contra una de las tuberías sobresalientes de el exterior de la casa, mis brazos quedaron arriba de nuevo pero los amarres eran el doble de fuertes. Y sin decir ni una palabra, volvió a entrar a la casa.

Mi cuerpo temblaba, mi corazon quería estallar aún, y mi respiración seguía igual de fuerte. El miedo no desaparecía, podía girarse en cualquier momento y matarme, pero al cabo de unos minutos me comencé a relajar, parecía que no iba a volver en un rato y eso me calmaba pero al mismo tiempo me preocupaba un poco.

Después de una horas mi cuerpo comenzó a doler, seguramente por todo lo hace un rato, mis brazos especialmente dolían, pues cuando intenté ahorcar a Jeff, el los estiró bastante, mis piernas dolían igualmente por las recientes dos caídas que acababa de sufrir. Me di cuenta que en un costado de mi cuerpo, se encontraban unas cuantas piedritas ligeramente enterradas en mi piel, por todas las partes descubiertas. Me senté bien en mi lugar, era un poco más incómodo que la vez anterior, pues me encontraba sentada en la grava y eso hizo que después de un rato mi trasero doliera.

Pasó bastante tiempo, el atardecer caía frente mío y yo seguía sentada en la misma posición, no había señales de Jeffrey. De vez en cuando intenté jalar las cuerdas o intentar quitarme el amarre, pero cada vez que movía mis manos, estás rozaban más con las cuerdas, mi piel comenzaba a doler y a arder.

Finalmente el sol cayó y el lugar quedó casi en total oscuridad, pues todavía podía distinguir una luz por arriba de mi cabeza que venía de adentro de la casa, seguramente era Jeffrey que se encontraba muy cómodo y cálido. Pensar en eso me hizo darme cuenta de algo, la temperatura bajaba gradualmente y yo todavía me encontraba en shorts y camisa ligera, sin duda aqui en frío era peor que el de la noche pasada, pues aparte de la baja temperatura, el viento soplaba muy fuerte. Junté mis piernas y mis pies lo más que pude, pero aún así comencé a dejar de sentir mis dedos, nariz, orejas, y boca. Mis dientes se encontraban temblorosos, haciendo un sonido molesto, por otro lado mi cuerpo también se encontraba temblando y enfriándose cada vez más.

Cerré mis ojos fuertemente, no sabía cómo se supone que sobreviviría la noche aquí. No estaba segura de que prefería, si morir de frío o morir a manos del hombre dueño de mis pesadillas. No pude evitar comenzar a llorar de nuevo, pero pare abruptamente mientras abría los ojos de par en par al escuchar el sonido de la vieja puerta abrirse.

Los pasos pesados en la fría grava sonaban uno tras otro más cerca, lo que me ponía sumamente nerviosa. Jeffrey se inclinó hacia mi y me miró muy de cerca.

-Como te la estás pasando?- dijo con una increíble calma, no podría decir que esta era la misma persona que me arrastró hasta aquí hace unas horas. Levanté mi débil mirada hacia su rostro, sus ojos se veían mucho más tranquilos y compasivos, una mirada seria pero al mismo tiempo relajada, si esa mirada la tuviera cualquier otra persona, correría a abrazarla, pero no era el caso. Trate de decir algo, aunque me costará mucho trabajo.

-Perdón...- dije en un susurro mientras mis dientes seguían chocando. El solo mantuvo su mirada en mi.

-Deja de llorar de una vez- dijo un poco disgustado y se levantó para desamarrarme. Traté de levantarme después de eso pero no pude, estaba congelada, por lo que Jeff me cargó entre sus brazos. Si, sentía miedo, pero el miedo quedó ligeramente tapado por la calidez que emanaba del cuerpo de Jeff, tenía tanto frío que ahora mismo no me importaba estar abrazada de un asesino. Me llevó hasta la habitación y me colocó en la cama -Será mejor si te cambias a ropa a algo que te cubra más- dijo y se dirigió hacia el pequeño mueble de la habitación, de ahí sacó dos prendas que no ví bien hasta que se volvió a acercar, un pantalón de pijama que notablemente era para hombre y una playera de algodón que igualmente era para hombre. El me empezó a desabrochar los shorts, inmediatamente me puse tensa, pero no tanto como debería, pues no contaba con las fuerzas suficientes de tan siquiera pararme, Jeffrey me estaba haciendo un favor ahora mismo, pero aún así me puse nerviosa a sentir el roce de sus manos con mi piel. Me ayudó a cambiarme de ropa y después me ayudó a meterme bajo las cobijas, seguía temblando un poco pero ya no tanto. Me giré en la cama, dándole la espalda a el lado vacío en esta y cerré los ojos propuesta a descansar pese a todos los riesgos en los que me encontraba, me encontraba agotada física y mentalmente, todo mi cuerpo dolía y tenía bastante sueño, solo quería dormir en aquella grande y cómoda cama.

Escuché los pasos de Jeffrey caminar hacia el otro lado de la cama, luego está se sumió diciéndome que se acostó del otro lado. Abrí los ojos alertada, pero no podía levantarme ni mucho menos correr, estaba muy cansada de todo, y a el punto de desmayo, mis ojos amenazaban fuertemente con dormir, ya no me importaba en ese momento nada. El brazo de Jeff pasó por mi tronco e hizo que me juntara a el, haciendo que nuestros cuerpos se quedarán pegados compartiendo calor corporal. Repito de nuevo, ya no me importaba nada, hasta se sentía bien el calor que compartíamos, eso me ayudó a dormirme de un instante a otro.

Asylum    ■Jeff The Killer■Donde viven las historias. Descúbrelo ahora