Fanfarrón.

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Permanecimos sentados durante otro periodo de tiempo inmensurable. Me preguntaba si le apetecería moverse tan poco como a mí, pero podía ver declinar la luz y la sombra del bosque comenzaba a alcanzarnos. Suspiré.

-Tienes que irte- dijo.

-Creía que no podías leer mi mente-le acusé entrecerrando los ojos.

-Cada vez resulta más fácil- dijo con humor antes de darme un pequeño toque en la nariz.

Me tomó por los hombros y le miré a la cara. En un arranque de repentino entusiasmo, me preguntó.

- ¿Te puedo enseñar algo?- preguntó con una gran sonrisa.

-Si me sonríes así lo que quieras- dije.

-Te voy a enseñar cómo viajo por el bosque- vio mi expresión confundida- No te preocupes, vas a estar a salvo, y llegaremos al coche mucho antes.

Sus labios se curvaron en una de esas sonrisas traviesas tan hermosas que casi detenían el latir de mi corazón.

- ¿Te vas a convertir en murciélago? -pregunté con recelo.

Rompió a reír con más fuerza de la que le había oído jamás.

-¡Como si no hubiera oído eso antes!- dijo divertido.

-Vale, ya veo que no voy a conseguir quedarme contigo- dije haciendo un puchero.

-Vamos, pequeña cobarde, súbete a mi espalda- dijo poniéndose en pie.

Aguardé a ver si bromeaba, pero al parecer lo decía en serio. Me dirigió una sonrisa al leer mi vacilación y extendió los brazos hacia mí. Mi corazón reaccionó. Aunque Edward no pudiera leer mi mente, el pulso siempre me delataba. Procedió a ponerme sobre su espalda, con poco esfuerzo por mi parte, aunque, cuando ya estuve acomodada, lo rodeé con brazos y piernas con tal fuerza que hubiera estrangulado a una persona normal. Era como agarrarse a una roca.

-Peso un poco más de la media de las mochilas que sueles llevar- dije.

-¡Bahh.! —resopló divertido.

Casi pude imaginarle poniendo los ojos en blanco. Nunca antes le había visto tan animado. Me sobrecogió cuando de forma inesperada me aferró la mano y presionó la palma sobre el rostro para inhalar profundamente.

-Cada vez más fácil-musitó.

Y entonces echó a correr. Cruzó como una bala, como un espectro, la oscura y densa masa de maleza del bosque sin hacer ruido, sin evidencia alguna de que sus pies rozaran el suelo. Su respiración no se alteró en ningún momento, jamás dio muestras de esforzarse, pero los árboles pasaban volando a mi lado a una velocidad vertiginosa, no golpeándonos por centímetros. Estaba demasiado emocionada para cerrar los ojos, era como estar en la mejor atracción del mundo, era increíble. Entonces terminó más rápido de lo que esperaba.

Aquella mañana habíamos caminado durante horas para alcanzar el prado de Edward, y ahora, en cuestión de minutos, estábamos de regreso junto al monovolumen.

-Estimulante, ¿verdad? -dijo entusiasmado y con voz aguda.

Se quedó inmóvil, a la espera de que me bajara. Lo intenté, pero no me respondían los músculos, había apretado con demasiada fuerza y la adrenalina recorría mis venas sin descanso,

-¿Beka? -preguntó, ahora inquieto.

-Creo que necesito ayuda -admití.

Se rio quedamente y deshizo suavemente mi presa alrededor de su cuello. No había forma de resistir la fuerza de hierro de sus manos.

Mi sol a media noche. (Edward y oc)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora