Pesadilla.

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Bella se fue a hacer los deberes que nos habían mandado, yo los terminé pronto y baje al salón para ver un partido de baloncesto con papá que lo tenía entusiasmado.

Una vez terminado el partido subí a mi habitación y me puse mi reproductor de música para dormir. Escuché el CD una y otra vez hasta que canté de cabo a rabo todas las canciones y al fin me dormí.

Abrí los ojos en un lugar conocido. En un rincón de mi conciencia sabía que estaba soñando. Reconocí el verde fulgor del bosque y oí las olas batiendo las rocas en algún lugar cercano. Sabía que podría ver el sol si encontraba el océano. Intenté seguir el sonido del mar, pero entonces Jacob estaba allí, tiraba de mi mano, haciéndome retroceder hacia la parte más sombría del bosque.

- ¿Jacob? ¿Qué pasa? -pregunté. Había pánico en su rostro mientras tiraba de mí con todas sus fuerzas para vencer mi resistencia, pero yo no quería entrar en la negrura.

- ¡Corre, Beka, tienes que correr! -susurró aterrado.

- ¡Por aquí, Beka! -reconocí la voz que me llamaba desde el lúgubre corazón del bosque; era la de Derek, aunque no podía verlo.

- ¿Por qué? -pregunté mientras seguía resistiéndome a la sujeción de Jacob, desesperada por encontrar el sol.

Pero Jacob, que de repente se convulsionó, soltó mi mano y profirió un grito para luego caer sobre el suelo del bosque oscuro. Se retorció bruscamente sobre la tierra mientras yo lo contemplaba aterrada.

- ¡Jacob! -chillé.

Pero él había desaparecido y lo había sustituido un gran lobo de ojos negros y pelaje de color marrón rojizo. El lobo me dio la espalda y se alejó, encaminándose hacia la costa con el pelo del dorso erizado, gruñendo por lo bajo y enseñando los colmillos.

- ¡Corre, Beka! —volvió a gritar Derek a mis espaldas, pero no me di la vuelta. Estaba contemplando una luz que venía hacia mí desde la playa.

Y en ese momento Edward apareció caminando muy deprisa de entre los árboles, con la piel brillando tenuemente y los ojos negros, peligrosos. Alzó una mano y me hizo señas para que me acercara a él. El lobo gruñó a mis pies. Di un paso adelante, hacia Edward. Entonces, él sonrió. Tenía dientes afilados y puntiagudos.

-Confía en mí -ronroneó.

Avancé un paso más. El lobo recorrió de un salto el espacio que mediaba entre el vampiro y yo, buscando la yugular con los colmillos.

-¡No! -grité, levantando de un empujón la ropa de la cama.

El repentino movimiento hizo que los cascos tiraran el reproductor de CD de encima de la mesilla. Resonó sobre el suelo de madera. La luz seguía encendida. Totalmente vestida y con los zapatos puestos, me senté sobre la cama. Desorientada, eché un vistazo al reloj de la cómoda. Eran las cinco y media de la madrugada.

Me quité las botas a puntapiés, aunque me sentía demasiado incómoda para conseguir dormirme. Volví a dar otra vuelta y desabotoné los vaqueros, sacándomelos a tirones mientras intentaba permanecer en posición horizontal. Me puse la almohada encima de los ojos. No sirvió de nada, por supuesto. Mi subconsciente había sacado a relucir exactamente las imágenes que había intentado evitar con tanta desesperación. Ahora iba a tener que enfrentarme a ellas.

Me incorporé, la cabeza me dio vueltas durante un minuto mientras la circulación fluía hacia abajo. Lo primero es lo primero, me dije a mí misma, feliz de retrasar el asunto lo máximo posible. Tomé mi neceser. Sin embargo, la ducha no duró tanto como yo esperaba. Pronto no tuve nada que hacer en el cuarto de baño, incluso a pesar de haberme tomado mi tiempo para secarme el pelo con el secador. Crucé las escaleras de vuelta a mi habitación envuelta en una toalla. No sabía si papá y Bella aún dormían. Fui a la ventana a echar un vistazo y vi que el coche patrulla no estaba, así que papá se había ido a pescar, después me acerqué a la habitación de Bella y comprobé que aún estaba dormida.

Mi sol a media noche. (Edward y oc)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora