Será como si nunca hubiese existido

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Alguien gritaba mi nombre. Sonaba sordo, sofocado por la maleza mojada que me envolvía, pero no había duda de que era mi nombre.

No identifiqué la voz. Pensé en responder, pero estaba aturdida y tardé mucho rato en llegar a la conclusión de que debía contestar. Para entonces, habían cesado las llamadas. La lluvia me despertó poco después. No creía que hubiera llegado a dormirme de verdad. Simplemente, me había sumido en un sopor que me impedía pensar, y me aferraba a ese aturdimiento con todas mis fuerzas; gracias a él era incapaz de ser consciente de aquello que prefería ignorar. La llovizna me molestaba un poco. Estaba helada. Dejé de abrazarme las piernas para cubrirme el rostro con los brazos. Fue entonces cuando oí de nuevo la llamada. Esta vez sonaba más lejos y algunas veces parecía como si fueran muchas las voces que gritaban. Intenté respirar profundamente. Recordé que tenía que contestar, aunque dudaba que pudieran oírme. ¿Sería capaz de gritar lo bastante alto? De pronto, percibí otro sonido, sorprendentemente cercano. Era una especie de olisqueo, un sonido animal, como de un animal grande. Me pregunté si debía sentir miedo. Claro que no, sólo aturdimiento. Nada importaba. Y el olisqueo desapareció. No dejaba de llover y senda cómo el agua se deslizaba por mi mejilla. Intentaba reunir fuerzas para volver la cabeza cuando vi la luz. Al principio sólo fue un tenue resplandor reflejado a lo lejos en los arbustos, pero se volvió más y más brillante hasta abarcar un espacio amplio, mucho más que el haz de luz de una linterna. La luminosidad impactó sobre el arbusto más cercano y me permitió atisbar que era un farol de propano, pero no vi nada más, porque el destello fue tan intenso que me deslumbró por un momento.

-Beka- la voz grave denotaba que me había reconocido.

-Sam- murmuré levemente al reconocer la voz del chico Quileute.

-Ya estás a salvo- dijo tomándome en sus brazos. -¿Te han herido?

Hice una negación con la cabeza, mi garganta estaba completamente seca, a penas hubiese conseguido un murmullo de haber intentado hablar.

-Charlie me ha enviado a buscarte- dijo comenzando a caminar hacia las luces que se movían por el bosque- tu hermana estaba como loca insistiendo en venir a por ti.

¿Charlie? ¿Bella? Eso tocó una fibra en mi interior e intenté prestar atención a sus palabras. Charlie importaba, Bella importaba, aunque nada más tuviera valor.

No me pareció que pasara mucho tiempo antes de que surgieran las luces y el profundo murmullo de muchas voces masculinas. Sam Uley frenó la marcha conforme nos acercábamos al jaleo.

-¡La tengo! -gritó con voz resonante.

El murmullo cesó y después volvió a elevarse con más intensidad. Un confuso remolino de rostros empezó a moverse a mi alrededor. La voz de Sam era la única que tenía algún sentido para mí entre todo ese caos, quizás porque mantenía el oído pegado contra su pecho.

-No, no creo que esté herida -le estaba diciendo a alguien.

-Beka, cariño, ¿estás bien?- esa era la única voz que reconocería en cualquier sitio, incluso distorsionada por la preocupación, como sonaba ahora.

-¿Charlie? -me oí extraña y débil.

-Estoy aquí, pequeña- susurro.

Sentí algo que cambiaba debajo de mí, seguido del olor a cuero de la chaqueta de comisario de mi padre. Charlie se tambaleó bajo mi peso.

-Quizás debería seguir sosteniéndola -sugirió Sam Uley.

-Ya la tengo -replicó Charlie, un poco sin aliento.

Caminó despacio y con dificultad. Deseaba decirle que me pusiera en el suelo y me dejara andar, pero no tenía aliento para hablar. La gente que nos rodeaba llevaba luces por todas partes. Parecía como una procesión. O como un funeral. Cerré los ojos.

Mi sol a media noche. (Edward y oc)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora