El partido

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-Entra, Edward- dijo papá.

Respiré aliviada al ver que Charlie no se había equivocado con el nombre.

-Gracias, jefe Swan -dijo él con voz respetuosa.

-Entra y llámame Charlie. Ven, dame la cazadora- dijo amablemente papá.

-Gracias, señor- dijo Edward.

-Siéntate aquí, Edward- le invitó a sentarse en la única silla.

Me senté junto a Bella y Charlie.

-Tengo entendido que vas a llevar a mi niña a ver un partido de béisbol- dijo Charlie.

-Sí, señor, ésa es la idea – dijo Edward.

No pareció sorprendido de que le hubiera contado a mi padre la verdad. Aunque también podría haber estado escuchando, claro.

-Bueno, eso es llevarla a tu terreno, supongo ¿no?- dijo papá riéndose.

Edward se unió a él.

-Estupendo -me levanté- Ya basta de bromitas a mi costa, además papá si no recuerdo mal la última vez que jugamos te di una paliza.

-Lo admito- dijo papá levantando las manos en señal de rendición- al menos me queda Bella, para competir.

-De eso nada, me golpearé con el bate- dijo Bella horrorizada haciéndonos reír a los tres.

-Bueno papá, Bella, nos vamos- dije yendo al recibidor y poniéndome la chaqueta.

Ellos me siguieron.

-No vuelvas demasiado tarde, Beka- dijo papá.

-No se preocupe Charlie, la traeré temprano -prometió Edward.

-Cuidarás de mi niña, ¿verdad? – preguntó.

-Le prometo que estará a salvo conmigo, señor- afirmo Edward.

Charlie no pudo cuestionar la sinceridad de Edward, ya que cada palabra quedaba impregnada de ella.

Salí rápido de la casa y Edward me siguió. Me paré en seco en el porche. Allí, detrás de mi moto, había un Jeep gigantesco. Las llantas me llegaban por encima de la cintura, protectores metálicos recubrían las luces traseras y delanteras, además de llevar cuatro enormes faros antiniebla sujetos al guardabarros. El techo era de color rojo brillante.

Charlie dejó escapar un silbido por lo bajo.

-Poneos los cinturones -advirtió.

Edward me siguió hasta la puerta del copiloto y la abrió. Me subí de un salto y Edward rio divertido. Mientras regresaba al lado del conductor, a un paso normal, humano, intenté ponerme el cinturón, pero había demasiadas hebillas.

- ¿Qué es todo esto? -le pregunté cuando abrió la puerta.

-Un arnés para conducir campo a traviesa- dijo.

-Genial- dije entusiasmada.

Edward me ayudó a abrocharme, nunca me había puesto un arnés así, pero no resultó ser tan complicado. Me alegraba de que la lluvia fuera tan espesa como para que Charlie no pudiera ver nada con claridad desde el porche. Eso quería decir que no estaba dándose cuenta de cómo las manos de Edward se deslizaban por mi cuello, acariciando mi nuca. Edward giró la llave y el motor arrancó; al fin nos alejamos de la casa.

-¡Vaya pedazo de Jeep que tienes!- dije impresionada.

-Es de Emmett. Supuse que no te apetecería correr todo el camino al llover como lo está haciendo aquí- dijo Edward.

Mi sol a media noche. (Edward y oc)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora