Has venido

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A la mañana siguiente resultó muy difícil discutir con esa parte de mí que estaba convencida de que la noche pasada había sido un sueño. Ni la lógica ni el sentido común estaban de mi lado. Me aferraba a las partes que no podían ser de mi invención, como el olor de Edward. Estaba segura de que algo así jamás hubiera sido producto de mis propios sueños.

En el exterior, el día era brumoso y oscuro. Perfecto. Edward no tenía razón alguna para no asistir a clase hoy. Me vestí con ropa de mucho abrigo al recordar que no tenía la cazadora, Bella se la pidió a Jessica porqué ella también se olvidó la suya, otra prueba de que mis recuerdos eran reales.

Al bajar las escaleras, descubrí que papá ya se había ido y Bella estaba terminando de prepararse.

-Beka, llegarás tarde- me dijo Bella- ¿quieres que te espere?

-No te preocupes iré en mi moto- dije- recuerda pedirle a Jessica mi chaqueta.

-Está bien, te esperamos en la entrada del instituto- me dijo antes de salir de casa.

Era más tarde de lo que creía. Devoré en tres bocados una manzana y un vaso de leche y salí a toda prisa por la puerta. Con un poco de suerte, no empezaría a llover hasta que llegase al instituto.

La neblina era tan densa que hasta que no estuve a pocos metros de la carretera no me percaté de que en ella había un coche, un coche plateado. Mi corazón latió despacio, vaciló y luego reanudó su ritmo a toda velocidad.

No vi de dónde había llegado, pero de repente estaba ahí, con la puerta abierta para mí.

-¿Quieres dar una vuelta conmigo hoy? –preguntó Edward, divertido por mi expresión, sorprendiéndome aún desprevenida.

Me daba a elegir de verdad, era libre de rehusar y una parte de él lo esperaba. Era una esperanza vana.

-Sí, gracias, puede ser peligroso ir en mi pequeña -acepté e intenté hablar con voz tranquila.

Al entrar en el caluroso interior del coche me di cuenta de que su cazadora color canela colgaba del reposacabezas del asiento del pasajero. Cerró la puerta detrás de mí y, antes de lo que era posible imaginar, se sentó a mi lado y arrancó el motor.

-He traído la cazadora para ti. No quiero que vayas a enfermar ni nada por el estilo- dijo con cautela.

Me di cuenta de que él mismo no llevaba cazadora, sólo una camiseta gris de manga larga con cuello de pico. De nuevo, el tejido se adhería a su pecho musculoso. El que apartara la mirada de aquel cuerpo fue un colosal tributo a su rostro.

-No soy tan delicada –dije- pero tu cazadora me queda bastante bien, gracias.

Con la curiosidad de comprobar si el aroma podía ser tan bueno como lo recordaba, acerqué la manga a mi nariz, el olor era mejor.

-¿Ah, no? -me contradijo en voz tan baja que no estuve segura de si quería que lo oyera.

El vehículo avanzó a toda velocidad entre las calles cubiertas por los jirones de niebla. La noche pasada todas las defensas estaban bajas, casi todas. No sabía si seguíamos siendo tan cándidos hoy. Me mordí la lengua y esperé a que hablara él.

Se volvió y me sonrió burlón.

- ¿Qué? ¿No tienes veinte preguntas para hoy?- me preguntó.

-¿Te molestan mis preguntas? -pregunté.

-No tanto como tus reacciones- dijo pareciendo bromear, pero no estaba segura.

- ¿Reaccioné mal?- pregunté.

Mi sol a media noche. (Edward y oc)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora