Despedidas

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Charlie me esperaba levantado y con todas las luces de la casa encendidas. Me quedé con la mente en blanco mientras pensaba en algo para que me dejara marcharme. No iba a resultar agradable.

Edward aparcó despacio junto al bordillo, a bastante distancia detrás del coche de Bella. Los tres estaban sumamente alertas, sentados muy erguidos en sus asientos; escuchaban cada sonido del bosque, escrutaban cada sombra, captaban cada olor, todo en busca de cualquier cosa que estuviera fuera de lugar.

El motor se paró y me quedé sentada, inmóvil, mientras continuaban a la escucha.

-No está aquí -anunció Edward muy tenso- vamos.

Emmett se inclinó para ayudarme a salir del arnés.

-No te preocupes, Beka -susurró con jovialidad- solucionaremos las cosas lo antes posible.

Sentí que se me humedecían los ojos mientras miraba a Emmett. Apenas le conocía y, sin embargo, me angustiaba el hecho de no saber si lo volvería a ver después de esta noche, no me resistí y le di un abrazo.

-Cuídate por favor y cuida a Rosalie- supliqué- no quiero que os ocurra nada por mi culpa.

-Somos fuertes Beka- dijo sonriendo y revolviéndome el pelo.

La angustia que sentía en el pecho, sin duda, era un aperitivo de las despedidas a las que debería sobrevivir durante la próxima hora, y ese pensamiento hizo que se desbordaran las lágrimas de mis ojos.

-Alice, Emmett -espetó Edward con autoridad.

Ambos se deslizaron en la oscuridad en el más completo silencio y desaparecieron de inmediato. Edward me abrió la puerta y me tomó de la mano, amparándome en su abrazo protector. Me acompañó rápidamente hacia la casa sin dejar de escrutar la noche.

-Quince minutos -me advirtió en voz baja.

-Puedo hacerlo -inhalé.

Las lágrimas me habían inspirado. Me detuve delante del porche y tomé su rostro entre las manos, mirándole con ferocidad a los ojos.

-Te quiero- le dije con voz baja e intensa- siempre te amaré, no importa lo que pase ahora.

-No te va a pasar nada, Beka- me respondió con igual ferocidad.

-Sólo te pido que sigas el plan, ¿vale? - supliqué- mantén a Charlie y Bella a salvo por mí. No le voy a caer muy bien después de esto, y quiero tener la oportunidad de disculparme en otro momento.

-Entra, Beka, tenemos prisa -me urgió.

-Una cosa más -susurré apasionadamente- no hagas caso a nada de lo que me oigas decir ahora.

Edward estaba inclinado, por lo que sólo tuve que ponerme de puntillas para besar sus labios fríos, desprevenidos, con toda la fuerza de la que fui capaz.

Entonces, rápidamente me di la vuelta y abrí la puerta de una patada.

-¡Vete, Edward! -le grité.

Eché a correr hacia el interior de la casa después de cerrarle la puerta de golpe en la cara, aún atónita.

- ¿Beka?- papá deambulaba de aquí para allá en el cuarto de estar, por lo que ya estaba de pie cuando entré.

- ¡Déjame en paz! -le chillé entre lágrimas, que caían ahora implacablemente.

Corrí escaleras arriba hasta mi habitación, cerré la puerta de golpe y eché el cestillo. Me abalancé hacia la cama y me arrojé al suelo para sacar mi maleta. Busqué en mi cajón una caja donde escondía mi reserva de dinero secreta.

Mi sol a media noche. (Edward y oc)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora