Ahora tú eres mi vida

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Me despertó la tenue luz de otro día nublado. Yacía con el brazo sobre los ojos, grogui y confusa. Algo, el atisbo de un sueño digno de recordar, pugnaba por abrirse paso en mi mente. Gemí y rodé sobre un costado esperando volver a dormirme. Y entonces lo acaecido el día anterior irrumpió en mi conciencia.

- ¡Oh!- dije y me senté tan deprisa que la cabeza me empezó a dar vueltas.

-Tu pelo parece un almiar, pero me gusta- dijo Edward sentado en un pequeño sillón que había en una esquina de mi habitación.

-¡Edward, te has quedado! – dije antes de cruzar el dormitorio y arrogarme en su regazo.

Él se rio y me estrechó entre sus brazos.

-Por supuesto -contestó, sorprendido, pero complacido de mi reacción.

Me frotó la espalda con las manos. Recosté con cuidado la cabeza sobre su hombro, inspirando el olor de su piel.

-Estaba convencida de que era un sueño- susurré contra su cuello.

-No eres tan creativa- se mofó y le di un pequeño golpe en el costado.

-¡Papá! –exclamé y volví a saltar y me dirigí hacia la puerta.

-Se marchó hace una hora, después de volver a conectar los cables de la batería de tu moto, debería añadir. He de admitir cierta decepción. ¿Es todo lo que se le ocurre para detenerte si estuvieras decidida a irte?- dijo divertido.

-¿Y Bella?- pregunté.

-Llamó esta mañana avisando al jefe Swan de que llegaría después de la hora de comer- me dijo.

-Genial- dije sonriendo, quería darle un beso de buenos días, pero el aliento por las mañanas no era el mejor.

-No sueles estar tan confundida por la mañana- dijo.

Me tendió los brazos para que volviera. Una invitación casi irresistible.

-Necesito otro minuto humano-admití- el aliento mañanero es algo que noa afecta bastante.

Él se rio y negó con la cabeza.

-Esperaré, aunque no me importa- dijo.

Le sonreí y salí al baño. Al mirarme en el espejo sonreí, estaba radiante, al parecer eso de que el primer amor te hacía cambiar era verdad. Después de cepillarme los dientes, me esforcé por alisar la caótica maraña que era mi pelo. Regresé a mi cuarto casi a la carrera.

Edward seguí ahí con los brazos extendidos invitándome a acercarme.

-Bienvenida otra vez -musitó, tomándome en brazos.

Nos abrazamos durante unos momentos hasta que me di cuenta de que se había cambiado de ropa.

-¡Te has ido! -le acusé mientras tocaba el cuello de su camiseta nueva.

-Difícilmente podía salir con las ropas que entré. ¿Qué pensarían los vecinos?- se justificó.

-Me deberías haber avisado- dije haciendo un puchero.

El me besó en la cabeza y sonreí.

-Has dormido profundamente, no me he perdido nada – dijo y sus ojos centellearon- empezaste a hablar en sueños muy pronto.

-¿Qué oíste?- pregunté.

Sus ojos dorados se suavizaron.

-Dijiste que me querías- dijo con dulzura.

Mi sol a media noche. (Edward y oc)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora